No serán estas pocas palabras una retahíla de elogios y cumplidos porque Anneliese Witt no los necesita. Digamos que otras voces más autorizadas han coincidido en señalar la importancia de su ingente y silenciosa labor pedagógica. Sólo diré que no me he perdido ni una sola de las exposiciones que preparaba con sus alumnos y alumnas de la Escuela de Arte Infantart y de todas ellas he aprendido profesional y personalmente.

Pedro María Asencio

De alguna manera considero que he seguido sus pasos un poco a la zaga pues muchos de sus antiguos alumnos de la escuela Blat después lo fueron míos y a lo largo de más de treinta años hemos compartido el proyecto de transmitir unos valores estéticos a las mismas generaciones. Siempre me sorprendía su catálogo interminable de técnicas, la fuerza y el vigor que transmitían las obras mostradas y su convicción al iniciarles en el camino del Arte.

En lo que va de siglo, Anneliese Witt ha podido trabajar más en su taller y fruto de este esfuerzo son estos objetos-esculturas que nos presenta en la galería Via 2 de Eivissa. La técnica japonesa Mishima con el barro gres con chamota grabado al cuero, no seco, con punzón y aplicando encima engobe, deja unas líneas nítidas alternadas con esmaltes. Muchos son los problemas. Todo son alquimia y recetas. Pruebas y más pruebas cuyos testigos quedan como notarios de esa exigente búsqueda de la perfección. Se abrazan las piezas sobre la mesa sabedoras quizás de que, tras la fiesta, dejarán el acogedor taller para llevar su luz a otros lugares.

Escribió Rilke: «Conformar un objeto significa haber recorrido todos los puntos, no conservar nada en silencio, no pasar nada por alto, no haber engañado en ningún momento, conocer los cientos de perfiles, todas las perspectivas superiores e inferiores, todos los entrecruzamientos. Sólo entonces hay ahí un objeto, sólo entonces es una isla separada por todas las partes del continente de lo desconocido».

El objeto nos ignora y descansa en sí. Le pertenece su propia espacialidad, ese lugar al que pertenece cierto absoluto, de aquí hasta allí. No puede desplazarse fuera de su esencia, es preciso el esfuerzo por mantener en equilibrio los movimientos dentro de la masa plástica, ritmos protegidos. Hasta la luz permanece dentro de los límites. Brancusi lo diría así: «La medida interna, una verdad última, está contenida en todas las cosas».

Pero ¿en qué consiste la peculiaridad de estas esculturas-objeto frente a los demás objetos de nuestro mundo? Sencillamente diríamos que ofrecen la cualidad de visibilidad más intensamente y aparecen como dotados de autonomía, totalidad y claridad.

Tucker nos recuerda que el espacio hace posible la escultura. La obra de Anneliese resiste nuestra mirada, acoge la luz y se opone a la fuerza de gravedad. Materia, espacio y percepción encontrando su propio límite y su propia relación con el mundo. «Así como la escultura está en el mundo, también el mundo está en la escultura».

Anneliese Witt muestra su capacidad de extraer un diálogo entre diferentes planos y de introducir pintura y color como surcos del alma, líneas aplicadas como silencios sobre silencios del barro, heridas cándidas de cotidianidad y de misterio al propio tiempo. Donde termina el alma y empieza la obra se manifiesta la libertad, expresiones sutiles de tantos días observando con atención el misterio de los elementos.

Y también la razón, la sinceridad de los materiales empleados, la lógica influencia de la Bauhaus y de su caminar por el arte abstracto de la mano de su compañero y magnífico pintor Rafael Tur Costa, la han llevado a esa lírica depurada próxima a los haikus orientales. Sencillez y elegancia que encontramos en cada una de las formas, en las curvas y ángulos imposibles pintados sólo a veces o dejando apenas entrever esa eterna escritura de la blancura sobre el blanco, ese poema sin palabras donde la mano firme guía el buril señalando al espectador la levedad de la forma, su perímetro preciso, su contundente arriba y abajo infinitos.

Los 'jarrones de Anneliese' no necesitan mis flores.

Û Con motivo de la exposición de la ceramista Anneliese Witt en Via 2, reproducimos en esta página el texto del pintor Pedro María Asensio escribió que acompaña las piezas.