Joan Francesc Mira explicó ayer a este periódico que su exposición parte de la idea de que «todas las sociedades necesitan unos puntos de referencia en la historia que les sirvan para identificarse y darle sentido de continuidad histórica. Es lo que podríamos decir utilidad del mito. En nuestro caso, uno de los personajes elevados a la categoría de leyenda o mito es Jaume I, que hace esa función de persona emblemática elevada a tal categoría de mito, que miramos como si fuera nuestro fundador».
El escritor valenciano añadió que «tanto en el caso de Mallorca o Eivissa como en el de Valencia, la idea que tenemos, incluso en el imaginario popular, es que llega Jaume I, ocupa unos territorios nuevos con una gente nueva y crea unos países nuevos, una nueva sociedad cristiana, europea y medieval; unas instituciones, nuevos derechos, nuevas leyes... y se erige en el fundador del país».
Un mito que sigue vigente «como símbolo de la cohesión social y la comunidad histórica. Semejante al que tienen, por ejemplo, en Norteamérica los Padres Fundadores. Una de las grandes fiestas de un país tan inmenso y con una población tan variada». Cuya función para los valencianos y baleares es diferente de la que tiene para los catalanes: «Pues Jaume I no fundó Catalunya, en cambió si lo hizo en el caso del Reino de Mallorca y en el de Valencia. Así, en los primeros territorios aparece representado desde el punto de vista militar, como conquistador con la espada; y en el otro, con rollos de papel en las manos como fundador institucional y jurídico del territorio», concluyó Mira.
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