Moro reconoció que se quiso dedicar a fondo a investigar a este personaje «desde que saltó a la luz pública, allá en los años 60, por haberse enamorado de Rajiv Gandhi mientras ambos eran estudiantes en Cambridge». El escritor explicó que «este libro no es una biografía de Sonia Maino sino una historia de la familia Gandhi-Nehru sin la cual no se pueden entender los valores que estaban en juego con la llegada de esta occidental italiana a un país de más de 1.200 millones de habitantes, con más de 17 idiomas y 500 dialectos», precisó.
El título de su libro hace referencia al sari que el padre de Indira, Jawaharlal Nehru, le tejió en la cárcel para su boda y que Indira regaló a Sonia para la suya. «Ese sari se convirtió en toda una bandera y estandarte para la población india», sentenció.
Aunque en la actualidad a sus 62 años Sonia Gandhi se confiesa profundamente india, Moro destacó que a la mujer de Rajiv Gandhi le costó adaptarse a un país que nada tenía que ver con el barrio de clase humilde donde se había criado en Italia. La Sonia que llegó en 1978 era otra bien distinta: no podía soportar el calor, no le gustaba la comida picante y además sufrió un aborto a los cinco meses que le dejó sumida en la tristeza. «Esa misma mujer consiguió rescatar los valores de la India, la unidad del país y la laicidad y convertirse en el símbolo del país sin haberlo buscado, siendo apoyada y votada por 400 millones de indios», añadió.
Por otro lado, Moro destacó que «la historia de esta familia parece sacada en un folletín». «Rajiv y Sonia estuvieron siempre profundamente enamorados hasta la muerte del primero». Sólo tuvieron algunas tensiones, como la obligación de su marido, que nunca había querido meterse en política, de convertirse en primer ministro y el rechazó que Sonia tenía ante esto y su predicción, más tarde cumplida, de que lo asesinarían.
Para Moro, «el símbolo más conocido de este drama fue la imagen de Sonia con sus hijos delante de la pira funeraria de su esposo Rajiv». «El trágico destino de esta familia parecía tan maldito cono el de los Kennedy en Estados Unidos», afirmó.
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