Una colorista puesta en escena.

JULIO HERRANZ

Armin Heinemann, Leonhard Rieckhoff y Katharina Dau, los tres responsables principales del Rigoletto Eivissenc, se mostraban eufóricos el pasado miércoles en el hall del Palacio de Congresos de Santa Eulària recibiendo las felicitaciones del satisfecho público que, prácticamente, llenó el aforo del estreno de esta versión de la ópera de Verdi. Las expectativas se habían cumplido y la propuesta, no exenta de riesgos, había convencido a la mayoría; aunque algunos puristas del género mostraran alguna crítica. Así, lo más probable es que también se llenen las otras tres funciones programadas: hoy viernes, el domingo 12 y el martes 16: 21,00 horas.

En general, los comentarios a la salida iban en la dirección de que Rigoletto Eivissenc, en conjunto, estaba más logrado que La Traviata de Ibiza, el primer proyecto de Heinemann, presentado en Can Ventosa en 2006. Con una puesta en escena sobria pero efectista y funcional, el amplio escenario del nuevo foro cultural de Santa Eulària permitía que el despliegue de protagonistas y figurantes de este drama tremendo de Verdi fluyera con soltura y eficacia en sus tres actos. Con alguna reticencia en cuanto a la acústica de este flamante auditorio, como sucedió en la Gala d'Òpera del pasado agosto. Mejorada en parte por las maderas de la sugerente escenografía.

Entre los elementos más celebrados de la velada destaca el imaginativo y original vestuario; algo previsible y marca de la casa, tratándose del creador de Paula's. Así como algunos bellos momentos musicales de la hermosa partitura de Verdi servidos por unas voces que, con mayor o menor fortuna, estuvieron a la altura de las circunstancias; logrando frecuentes aplausos en las arias más inspiradas. Y a destacar, particularmente, el gran trabajo del pianista Leonhard Rieckhoff, sobre quien recayó la responsabilidad de sostener con sus manos el peso instrumental de la ópera.

Entre los comentarios desfavorables, que el trasvase a Eivissa del drama verdiano no siempre era fácil de seguir por lo que pasaba en el escenario. Así como la, acaso, innecesaria presencia 'decorativa' de algunos elementos ibicencos tradicionales. Hasta hubo quien deseó que Armin Heinemann prescindiese en su deseable próximo proyecto del 'peaje' local para armar una ópera. Se evitaría forzar más de la cuenta las historias originales.