Josep Guinovart falleció ayer en Barcelona a los 80 años de edad, según confirmaron fuentes del Hospital de Barcelona, donde llevaba ingresado una semana tras sufrir un primer infarto.
Pintor, ilustrador, escenógrafo, escultor y grabador, el barcelonés ha sido uno de los artistas más singulares de la segunda mitad del siglo XX, legando una obra comprometida política y socialmente con la que buscaba «alcanzar lo inalcanzable».
Vinculado a las vanguardias artísticas surgidas en la Barcelona de los 50, en un primer momento con el grupo Dau al Set y más tarde con el colectivo Taüll junto a Cuixart, Aleu, Muxart, Tharrats y Tapies, Guinovart escoge su propio camino, marcado por una constante renovación, huyendo del encasillamiento en un estilo definido. Guinovart consideraba que el artista es un reflejo constante de su propia historia, por lo que «debe salvar su libertad y no caer prisionero de un estilo, de una reputación o de un éxito», según explicó en 2004.
El crítico de arte Daniel Giralt-Miracle, consideró ayer a Guinovart como uno de «los más destacados artistas españoles del siglo XX y una primera figura del arte catalán».
En 1982 recibió del Gobierno central el Premio Nacional de Artes Plásticas, y en 1990, el mismo Premi Nacional de la Generalitat. En 1994 se inauguró un museo en Agramunt (Lleida) dedicado a su obra, población en la que había nacido su madre, que le nombró 'hijo adoptivo' y que ayer mismo decretó dos días de luto oficial por el fallecimiento del artista. El ayuntamiento celebrará esta tarde un pleno para recordar su figura. En la actualidad, el Museu d'Història de Catalunya dedicaba una exposición a sus carteles.
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