MARIANA DÍAZ
La Fundació Art a la Seu y Miquel Barceló «dialogan», sin llegar de momento a ningún acuerdo, sobre quién debe hacerse cargo del pago de los cristales que protegen por el exterior los vitrales que diseñó el artista para la Capella del Santíssim de la Seu. Este es uno de los puntos en conflicto que han quedado pendientes tras la finalización y recepción de la obra, pero no es el único. Por ejemplo, aún faltarían por entregar los objetos que se utilizan en los actos litúrgicos, un crucifijo y, al menos, un candelabro que, según un documento escrito, deberían formar parte del mobiliario de piedra de Binissalem cuyo diseño donó Barceló.

La inauguración de la Capella no significa que los pormenores referentes a la misma se hayan cerrado. Aún quedan pendientes los créditos que se solicitaron para completar el pago al artista de los 3. 999.546 euros por la intervención y poner en marcha un plan de conservación del mural cerámico y el resto de piezas.

Respecto al pago de los cristales de protección de los vitrales, existen conversaciones entre el artista y Art a la Seu, pero nada más. Según recordó ayer una fuente a este diario, fue el artista quien «exigió que se colocarán por considerarlos necesarios» por tanto parece lógico que su coste se incluya en el millón de euros en que se valoró el coste de las cinco vidrieras que se pagará al artista. Otra fuente consultada explicó que Barceló no quiere «polemizar» sobre este asunto, por lo que, a su entender, las citadas conversaciones podrían finalizar con acuerdo por ambas partes aunque, a día de hoy, la decisión sobre quién debe asumir el coste continúa en el aire. De no llegar a un acuerdo, la discrepancia, si acaba en los tribunales, se dirimiría en los franceses.

En cuanto al candelabro y el crucifijo, elementos complementarios del culto, son responsabilidad de Barceno, según un documento escrito.
Dos de las fuentes consultadas explicaron ayer que Barceló hizo un diseño de un candelabro y que éste llegó a realizarse en piedra de Binissalem. Una de ellas comentó que sólo llegó a verlo el fallecido Pere Joan Llabrés, delegado diocesano de Patrimonio y gran impulsor de la intervención barcelonina. Tanto por razón de su cargo como por sus conocimientos de la Seu, de arte y de liturgia, era quien negociaba directamente con el artista sobre los contenidos de la obra. Parece ser que Llabrés no consideró pertinente el diseño y que el artista quedó en rehacerlo. Después sobrevino la repentina muerte del delegado diocesano de Patrimonio «y el asunto quedó parado». Otra de las fuentes aseguró que lo llegaron a ver más personas que Llabrés, pero que «no satisfizo a ambas partes», es decir al Cabildo y al artista.