JULIO HERRANZ
La estafa de un distribuidor, que les prometió 80 salas y quedó en pocas y malas, motivó que en 2005 Sinfonía de Ilegales, de José Luis de Damas, pasará sin pena ni gloria. Dos años después, con un nuevo montaje y algunas mejoras técnicas, se ha presentado en el International Film Festival (IFF) y ha sido seleccionada para un festival en Italia y otro en Seul. Protagonizada por Miguel Molina y Emilio De Marchi, con una banda sonora «importante» de Luis de Arquer, la película, «pequeñita y honrada, es un homenaje poético y musical hacia la vida, la amistad y el amor», resumió ayer el director sevillano.
Miguel Molina encarna a un músico callejero (pianista) seriamente enfermo que se enfrenta a la muerte con agradecimiento hacia lo que la vida le ha deparado. «Es un canto a la esperanza y a lo bello del ser humano, que ha sido más un regalo que un trabajo», apuntó el actor, encantado de haber presentado la película en Eivissa, «que es mi tierra»; recordando con ella a su padre (el mítico cantante Antonio Molina), «la persona que más he querido en mi vida».
Por su parte, Emilio de Marchi señaló que su personaje «es el amigo de Micky, que le acompaña con complicidad y solidaridad hacia la muerte. Un tipo que representa al nómada que todos llevamos dentro». Nomadismo que impregna toda la película, rodada entre España, Italia, Rumanía, Alemania, Francia y Argentina, recordó el director, contando algunas de las divertidas e increíbles anécdotas demaking off del rodaje. «No es una historia de perdedores, sino una huida hacia adelante con un poco de realismo mágico que completa el aspecto poético de la historia, cuya moraleja podría ser que, aunque te mueras, trasciendes en los que te aman», afirmó José Luis de Damas, también autor del guión y un entusiasta del séptimo arte.
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