Jaume Marí Torres estudió escultura en la Escuela Massana de Barcelona. Foto: GERMÁN G. LAMA

JULIO HERRANZ

«Me dio por la escultura porque creo que lo llevaba en los genes. Desde chiquito estaba con el cuchillo haciendo cosas como barquitos o juguetes con alambre. Nunca me lo plantee como una vocación; fue más bien descubrir que al trabajar así y hacer cosas con las manos, al final salían esculturas». Con estas palabras resumió Jaume Marí Torres ayer a este periódico cuáles fueron los indicios vehementes de su pasión por la escultura. Algo natural en este josepí de 24 años, en cuya familia materna hay una pintora cuya madre (su abuela) también sintió la llamada del arte, que daba forma en figuras de barro. En las pasadas fiestas de es Cubells, Marí Torres presentó seis piezas en el marco de una muestra colectiva de esculturas. Tres forman parte de un proyecto ambicioso en el que está trabajando, «y otras tres eran como pruebas para tirar líneas y ver como responden», precisó. Un proyecto que parte de una idea «casi utópica, la de que se comuniquen y funcionen juntos el reino animal (incluido el hombre) y el vegetal; pero este mundo es demasiado antropocéntrico, algo que me parece bastante triste», subrayó.

Entre las esculturas que formarán parte del proyecto, «habrá una grande a partir de varias; que se entienda como una obra en conjunto. Estarán hechas todas con la misma técnica y los mismos materiales, con figuras humanas, animales y plantas, para que al menos funcionen juntos en el arte. Es un tema que me inspira porque es algo que me preocupa mucho como persona, que el hombre sea el mayor depredador de toda la naturaleza», afirmó el artista.

Con esa afición desde niño por hacer formas tridimensionales, era lógico que Jaume Marí Torres se orientase en la dirección del arte. «Hice el Bachillerato artístico, entre aquí y en Barcelona, a donde me fui a los 17 años. Pude estudiar Bellas Artes, pero me resultaba demasiado general en los primeros años; tenía que pasar por asignaturas que me alejaban de mi prioridad. Así que fui directamente a la Escuela Massana, donde estudié un ciclo superior de escultura de tres años». Y quedó convencido de que el material que más se ajustaba a su vía de expresión era el hierro. «No sé por qué me tira tanto. Creo que porque el proceso de trabajo es el de construcción a partir de piezas pequeñas que van formando un conjunto. Es al contrario de lo que pasa con la madera o la piedra, donde en lugar de aportar, como en el hierro, vas sacando», precisó, añadiendo que, en cuanto a haber encontrado ya un estilo personal, «ahora mismo no lo sé; pero desde luego, todo lo que hago es que me sale de la cabeza».