EFE|SAN SEBASTIÀN

El cantautor Lluís Llach, uno de los impulsores de la Nova Cançó catalana e icono de la lucha antifranquista asignó ayer a los agentes culturales la «obligación ética de cuestionar el entorno» para evitar cualquier deterioro de las libertades. «En nuestra época (en la dictadura), los cantautores teníamos una enorme importancia, podíamos ejercer una responsabilidad desmesurada. Éramos unas pocas velitas que las gentes reconocían y se identificaban con ellas», explicó Llach en una rueda de prensa celebrada en el marco del 54 Festival de Cine de San Sebastián.

El cantante de Vergés (Girona), donde nació hace 58 años, es el hilo conductor del documental titulado «La revolta permanent», del realizador Lluís Danés, estrenado ayer en el festival con la participación del propio Llach al piano. La matanza de Vitoria, acaecida el 3 de marzo de 1976 y a resulta de la cual fallecieron cinco obreros a manos de la Policía Armada en la iglesia de San Francisco durante una jornada de huelga general, es el argumento de un documental que pretende restaurar la memoria de las víctimas y delimitar responsabilidades políticas.

Para Llach, que la misma noche de la matanza compuso su célebre réquiem «Campanades a morts», denunció lo que a su juicio fue «un asesinato de Estado del posfranquismo, y es una lástima que ningún gobierno democrático haya querido hacer un acto de justicia para resarcir, al menos en el plano ético, la memoria de esta gente».

El compositor de temas tan célebres como «L'estaca» explicó que durante el régimen de Franco la canción «no estaba controlada de una manera tan estricta» por la censura. Esta situación permitió a los cantautores, en una época donde los medios de comunicación estaban muy controlados, erigirse en referentes de la sociedad «a través de mensajes implícitos» que se sentían en los conciertos.