J. HERRANZ

El auditorio de Can Ventosa acogió ayer la cuarta y última representación de «La Traviata de Ibiza», un proyecto dirigido por Armin Heinemann, quien se mostró exultante ante la respuesta que ha tenido su singular propuesta entre los aficionados de la isla. «Estoy supercontento de la enorme acogida que ha tenido, porque cada noche ha estado lleno y con gente esperando en la puerta encontrar una entrada. Hemos añadido una fila al anfiteatro, puesto sillas de plástico a los dos lados de la platea y hasta ha habido gente que ha tenido que verla de pie. Considero que es un éxito enorme que agradezco muchísimo a la gente de la isla», precisó ayer el diseñador, escenógrafo, arquitecto y melómano alemán, residente en Eivissa desde hace años.

Una satisfacción extensible a todo el amplio equipo que ha hecho posible trasponer el drama decimonónico musicado por Verdi al conflicto entre la vida tradicional de la isla y la del mundo de la jet-set y de las discotecas: «Al principio no estábamos seguros de que el público supiera apreciar un trabajo tan complejo, pero la gente no ha perdido interés en ningún momento durante las dos horas y medias que dura nuestra versión. Es algo que nos ha producido a todo el equipo una gran satisfacción», precisó el director.

Mucho trabajo para sólo cuatro funciones. «Mucha gente me ha preguntado al respecto, pero todo depende de la voluntad y el dinero de las entidades que quieran llevar el montaje a otro sitio. Nosotros estamos preparados para hacer giras, pero yo no puedo asumir ya más gastos. Ahora es el turno de los que la hayan visto o tengan referencias del éxito que ha tenido; que sean ellos los que nos propongan llevarlo a festivales o a los escenarios que sean. Por mi parte, con mucho gusto», concluyó Armin Heinemann.