JULIO HERRANZ

Aunque la mayoría no se haga notar, en Eivissa existen aún artistas que llegaron hace bastantes años atraídos por diferentes motivos y que, pese a que la isla de hoy no se parece casi nada a aquella de la que se enamoraron, siguen aquí y -encima- fieles a su compromiso con el arte. Son los que podríamos llamar «resistentes»; un tipo de personajes a los que nos proponemos ir presentándoles en estas páginas cuando la ocasión lo permita.

Para empezar esta serie intermitente nos fijamos en Alfredo Souza, guitarrista uruguayo que descubrió Eivissa en 1974 y que, tras varias idas y venidas, a principios de los 80 decidió quemar sus naves y hacer de la isla su cuartel general. «Vine en el 74 porque me ofrecieron un contrato por siete meses en es Canà. El flechazo fue inmediato, me enamoré de la isla; pero pensé que habría otros sitios tan bonito como este. Aprovechando la juventud estuve haciendo giras con la música muchos años. Busqué, pero en ningún otro sitio me sentí tan bien como en Eivissa», explicó.

Volvió en el 78 para otro contrato, en sa Tanca. «A partir de ahí salía los inviernos y tocaba aquí los veranos; hasta que en el 81 o así ya no salí más. Sobre todo por la familia, las niñas iban al cole... (tiene tres hijas, una es la pintora Doralice Souza, un valor en alza en la plástica local). «He tenido la suerte de poder vivir siempre de la música; con épocas mejores y peores, y haciendo concesiones, por supuesto, pero siempre estudiando e intentando tener un nivel aceptable. Ahora también tengo una academia y me dedicó bastante a la enseñanza», precisó Souza, que empezó a los siete años estudiando guitarra clásica en Montevideo; «hasta que a los 14 escuché a los Beatles y se me abrió otro campo; aunque lo que aprendes de pequeño siempre queda ahí».

Las etapas musicales más intensas de Alfredo Souza fueron la del grupo Macondo, «un quinteto de sudamericanos de varias nacionalidades que sonaba muy bien. El líder era Carlos Cabrera (poeta, escritor y compositor), que aún vive por aquí. En 1975 hicimos una obra que se llamaba 'Canto y lloro por ti, Amazonas'. Hicimos giras por toda España, pero la gente no entendía aún muy bien este tipo de propuestas, que en estos momentos habría sido un bombazo».

Su etapa más duradera fue al frente de Sandombe, creado en 1980 y que duró bastantes años; «pero siempre compartiendo con mucha gente, y colaborando con tipos interesante que caían por la isla, como el batería y bajista de Judas Priest, o con Jimmy Page y Robert Plant», recordó el guitarrista, que se considera casi un todo terreno con su instrumento. «Menos flamenco, me gusta tocar de todo; no quiero encasillarme. Sobre todo me gusta mucho improvisar y tocar con gente, y el jazz es ideal para esto». Pero no compone apenas. «Poco, porque me pongo el listón muy alto; soy más intérprete», subrayó.

Sobre el estado actual de la música en Eivissa, Alfredo Souza no se mostró muy optimista: «La música en directo está bastante mal; porque la ley no te permite que un bar pueda tener un músico en directo que toque cosas tranquilas, acústicas, que no molestan a nadie, al contrario. En cambio pones un bar de discos y te dan permiso automáticamente y puedes poner el volumen que quieras hasta que no se quejen los vecinos. Hay un desfase, un agravio comparativo, que las autoridades deberían mirar más. En otros sitios cuidan mucho a la juventud en este tipo de cosas; les dan facilidades para que toquen, compongan, concursos... para que estén ocupados y no piensen en otras cosas. Yo tengo muchos alumnos que no tienen donde tocar; y claro, se aburren o se desesperan y acaban dejándolo», concluyó.