El hotel Pachá acoge a partir de las 20,00 horas de mañana
domingo la inauguración de una exposición de pinturas de Grillo
Demo, que estará abierta al público hasta el próximo día 20. «Casi
nadie en la isla ha visto mi trabajo. Mucha gente me conoce y no
sabe lo que hago; pero me ofrecieron esta exposición y me pareció
que ya era hora de que diera la cara, aunque me pone algo
nervioso», explicó ayer el reconocido artista argentino a este
periódico.
Y es que, pese a que descubrió Eivissa en 1978 y aquí pasa
largas temporadas, Grillo Demo sólo ha mostrado su obra plástica en
1991 en una galería de Ibiza Nueva que tuvo corta duración. También
recuerda «una colaboración con una amigo en l'Hospitalet, gracias
al interés de Elena Ruiz, la directora del museo. Fue una
instalación con pinturas gigantes que hicimos en la India; con
jazmines que caían... Quedó precioso».
Y de jazmines va la cosa en la exposición que inaugura mañana.
«Desde hace diez años es mi símbolo favorito para comunicarme. Es
algo muy metafórico, tan simple pero tan hermoso y discreto, con
ese perfume... Me identifico mucho con él; pintar jazmines es para
mí una terapia. He pintado millones desde que lo descubrí aquí en
el jardín de la casa de campo en la que vivo por la zona de Santa
Eulària», subrayó.
No es fácil encuadrar a Grillo Demo bajo una etiqueta artística.
La que mejor le iría sería la de policreativo: pintor, dibujante,
diseñador de moda y de muebles. Es ayudante de edición de la
prestigiosa revista neoyorkina Interview, creada por Andy Warhol,
«donde hago acuarelas de interiores de casas y estudios de artistas
contemporáneos». Presenta sus trabajos regularmente en la galería
David Gill de Londres o en la Andrea Rosen de Nueva York. Diseña
muebles para artistas de la talla de Elton John; le quitan de las
manos las esculturas de cabezas de podencos para las chimeneas;
hace cerámicas coloristas, y está fascinado con su jardín ibicenco.
«En la isla siempre he vivido escondido; para mí es como un
refugio, pues mi trabajo se ha orientado más bien hacía otros
horizontes», reconoció.
Mirando hacía atrás, recuerda como si fuera ayer cuando llegó a
Eivissa en 1978, con 20 años y en barco: «No podía creer lo que
estaba viendo; todo preciosísimo, era un momento en el que la isla
no había aún degenerado en una cosa tan comercial como vino
después». Amor a primera vista, pues, en una relación que ha
resistido desde entonces en una serie de etapas evolutivas: puso
una boutique en la calle de la Virgen por un año; pasó otro en
Italia, en el mundo de la moda; tres meses en Hamburgo y vuelta a
la isla. Otra etapa: alternar Estados Unidos en invierno y Eivissa
en verano; «hasta que volví a finales de los 80 para vivir en
Madrid, volverme español y hacer todas esas cosas burocráticas para
que la vida te sea más fácil».
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