Rosa María Sardà no tiene nada que demostrar. Es una actriz
«inconmensurable», según la definición de su compañero de reparto,
Fernando Guillén, otro de los grandes. Ayer, sin embargo, derrochó
talento y conquistó al público de Can Ventosa que hace días agotó
las entradas para disfrutar de «Wit» una obra bien escrita, montada
y, sobre todo, bien interpretada.
El tema: una mujer ante sus últimas semanas de vida por un
cáncer terminal, es abordado sin falsas sensiblerías propias de un
telefilm de tarde de sábado. Cobra un singular realismo al
incorporar el sentido del humor, la ironía y la ternura, lo que da
a la obra muchas más dimensiones de las previstas por el
espectador. El público ayer notó como se le erizaba el vello de los
brazos en los momentos de emoción, como asomaban lágrimas en los
instantes más crudos y, ante todo, la maestría de una actriz que
consigue que el público pase de la calma a la tormenta de emociones
en una milésima de segundo con sólo variar la expresión y el gesto
como pocas saben hacer.
Margaret Edson ganó el premio Pulitzer en 1998 con esta obra y a
ella se le aplaudió ayer al aplaudir a la Sardá. La actriz ha
reconocido en sendas entrevistas el regalo que ha supuesto para
ella recibir un texto como el de «Wit». Un regalo, eso sí, que la
autora hizo a su medida sin saberlo.
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