El Rey Juan Carlos entregó ayer el Premio Cervantes 2003 al
chileno Gonzalo Rojas, en un solemne acto que, como siempre, se
celebró en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, en
donde definió al galardonado como «el poeta buscador» que «quiere
descifrar el significado del mundo». Don Juan Carlos presidió así,
acompañado por la Reina Sofía, por la ministra de Cultura, Carmen
Calvo, y por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza
Aguirre, la entrega del galardón más importante de las letras
hispanas, en una jornada caracterizada por la presencia de caras
nuevas y la ausencia de otras que eran habituales, debido al cambio
de Gobierno.
El Rey entregó a Gonzalo Rojas (Lebu, Chile, 1917) la medalla y
la escultura que lo acreditan como ganador de la última edición del
Cervantes, dotado con 90.151 euros. Rojas, que a sus 86 años
contagia vitalidad, acudió al acto vestido de chaqué negro, pero
con su eterna gorra de marinero, que tan solo se quitó cuando entró
en el aula magna. «Esta gorra es el límite de mi conciencia», dijo
después a los periodistas.
El flamante premio Cervantes, desde la cátedra del paraninfo,
pronunció un discurso de agradecimiento, ejerciendo de poeta total,
silbando cada palabra, modulando su voz y haciendo énfasis en todo
lo que quería que calase en el público asistente, «relampagueando»
con su acento chileno en un claro desafío al «viento», uno de sus
temas preferidos, con el que embelesó al auditorio, que le aplaudió
largamente. Pero Rojas antes aclaró a sus Majestades y a los
asistentes que su discurso iba a ser breve: «Discursos van,
discursos vienen y no dicen gran cosa. He medido las páginas. No
pasaré de diez con letra grande», matizó con humor. Así, este hijo
de un minero del carbón, que dijo que desde niño aprendió que «no
hay que tenerle miedo al miedo», hizo un llamamiento «al
reencuentro de los unos y los otros» en esa patria de Cervantes que
es su lengua.
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