Armin Heinemann (en el centro) saluda con la compañía en el estreno de la ópera en Cuba.

«Es la primera vez que me atrevo con el diseño de la escenografía y la puesta en escena, además del vestuario; pero no lo dije hasta el final, una vez que vi que todo había salido estupendamente». Así de satisfecho se mostró a este periódico Armin Heinemann con la producción que ha realizado de «Cossi fan tutte», de Mozart, en Cuba. El estreno tuvo lugar el pasado mes de marzo en la sala García Lorca del Gran Teatro de la Habana y contó con la presencia de lo más granado de la isla; sin que pudiera faltar la gran bailarina Alicia Alonso, buena amiga del creador de Paula's, con la que el estilista y diseñador alemán, residente en Eivissa desde hace tres décadas, ha colaborado en varias ocasiones.

Entusiasta de la ópera, el ballet y de las bellas artes en general, Armin Heinemann ha vivido esta experiencia como una aventura singular. «Ha sido un trabajo realmente bonito, con muchísimo éxito. He cambiado todo el aire del Gran Teatro Lírico de La Habana y las críticas han sido muy buenas. Además, organicé un viaje de 36 personas que fueron especialmente en avión para el estreno; entre ellos había varios ibicencos», apuntó el diseñador, añadiendo que «ha sido mi regalo especial para el pueblo cubano».

De todas formas, las malas condiciones económicas que sufre Cuba por culpa del embargo norteamericano y otros sinsabores que parecen ya endémicos, ha complicado sobremanera el trabajo del montaje y producción de esta divertida y avanzada ópera de Mozart. «Primero estuve unos días en octubre, luego casi todo el mes de diciembre, y finalmente desde primeros de febrero hasta hace unos días», precisó Heinemann. «Fue un trabajo complicado y difícil, porque con las condiciones que hay allá, tan precarias para todo pues no encuentras nada, resulta un problema continuo preparar algo de esta envergadura. Tienes que hacerlo todo tú mismo, y eso es tremendo. Pero después, el éxito, los aplausos y las gracias de todos te compensa con creces», reconoció el productor. «Me siento muy satisfecho y contento con la experiencia, porque sigo siendo un apasionado del arte, es lo que me hace sobrevivir. Un refugio vital muy necesario siempre, y puede que ahora incluso más que nunca», añadió.

De las críticas, todas positivas, con las que fue recibido el montaje de Heinemann de la popular ópera de Mozart, cabe destacar lo que contó la crónica de Ada Oramas en la revista Tribuna: «La puesta en escena resultó un auténtico disfrute de la vista, la inteligencia, los sentimientos y el espíritu,bajo el abrazo de la noble sonrisa de la música de Mozart. A ello contribuyó el alemán Armin Heinemann, quien al valorar la vigencia del argumento respecto a que el amor y la razón conducen al ser humano al desarrollo y a la libertad, evitó situar la trama en el Nápoles del siglo XVIII, para traerla a la contemporaneidad y hacerla más universal. Recursos como el diseño de los trajes de los seis personajes, del coro y de los bailarines y de otros elementos de atrezzo, junto a la superposición de elementos de la cultura afrocubana, le otorgaron un sello especial a la concepción teatral de Heinemann (...) Contribuyen a la magnificencia del espectáculo el vestuario y los decorados diseñados por Heinemann, quien despliega un derroche de maestría en ambos aspectos, al otorgar un significado al vestuario, que define épocas y lugares, al transitar desde el siglo XVIII hasta nuestros días. De este modo, inscribe en la actualidad cubana la acción de la obra, con un coro vestido con la indumentaria típica de babalawos y babaloshas, todos de blanco, quienes podrían definirse como sacerdotes y sacerdotisas de los rituales de la santería o religión afrocubana».

Un trabajo, pues, apasionante, que fue grabado por la televisión cubana para retransmitirlo en la isla. ¿Sería posible su emisión por la televisión ibicenca? De momento, no hay noticia al respecto.