«Puede ser porque el movimiento quedó absolutamente desbaratado, o
porque no había demasiados españoles, o porque se cruzó la muerte
de Franco y la atención del país se desvió hacia otras cosas. No sé
realmente cuál fue la causa de que se escribieran tan pocos libros
sobre el fenómeno hippy, la verdad». Con estas palabras explicó el
escritor Fernando Sánchez Dragó a Ultima Hora Ibiza y Formentera
las razones que, a su juicio, podrían justificar una producción tan
escasa sobre el asunto.
Tal fue el argumento temático del último «Negro sobre blanco»,
el programa sobre libros que Sánchez Dragó dirige en La 2 de
Televisión Española. Los invitados del mismo fueron la periodista y
escritora Pepa Roma, autora de «Mandala», y el escritor Chema
Rodríguez, autor de «Anochece en Katmandú»; más el propio director
del programa, quien disculpándose por hablar de un libro propio,
incluyó su novela «El camino del corazón» en la relación de la
«literatura hippy española». «El mío fue finalista del Premio
Planeta en 1990, cuando lo ganó Antonio Gala. Es mi libro de más
éxito y el más vendido. Lleva más de medio millón de ejemplares, y
hace un mes que salió una edición de bolsillo». Y aunque no lo
mencionó en el programa, el autor de «Gárgoris y Habidis» señaló a
este periódico otra novela relacionada con el mundo hippy:
«Baranaci junto al río», de Fernando Díez, colaborador de «Negro
sobre blanco», «y algún otro más, pero de muy poca difusión»,
puntualizó.
A las razones aducidas arriba, Sánchez Dragó añadió una que
pudiera ser determinante. «A lo mejor la causa fue que los hippies
no escriben, porque en otros ámbitos creativos, sobre todo en el de
la música, sí que hubo una buena cosecha».
En cualquier caso, lo que no puede negársele al escritor es el
haber sido pionero en la escritura sobre el tema y en haber vivido
el movimiento hippy incluso antes de que se le impusiera la popular
etiqueta. «Yo descubrí la isla en el 56, cuando aún no había nada,
acompañado de Gonzalo, el hijo mayor de Torrente Ballester. Eivissa
era entonces maravillosa; tenía alquilado un molino y vivíamos casi
del aire. Era el paraíso». «El movimiento hippy tardó diez años en
producirse. Yo soy una especie de adelantado de estas cosas, porque
también llegué a Katmandú cuando todavía no había ni un hippy, en
marzo de 1967; ellos empezaron a aparecer unos meses después»,
precisó. Una filosofía, un estilo de vida que («por casualidad,
porque no veo nunca la tele») vio reflejado con fidelidad en el
capítulo que «Cuéntame cómo pasó» dedicó a la Eivissa hippy la
semana pasada. «La verdad es que vivíamos así; está bastante bien
recogido», apuntó.
La relación de Sánchez Dragó con la isla continúo durante un
tiempo. «Cuando aún estaban ahí Antonio Escohotado, Sánchez
Ferlosio y otros buenos amigos. Era un sitio fantástico; hasta que
llegó el turismo, que creo que es el fenómeno más grave de la
historia universal. Para mí ahora la isla es repugnante», comentó
dolorido. Una relación que tuvo otro episodio «con mi penúltima
mujer; tiene una casa maravillosa en Roca Llisa y nos quedábamos
allí, porque cada vez que salía se me venía el mundo encima». Más
una última etapa: «A finales de los 70 estuve al borde de comprar
una casa en Jesús. Menos mal que no lo hice... O acaso me
equivoqué, pues hubiera podido ser un buen negocio», ironizó el
escritor, añadiendo que «ahora la verdad es que ya no voy casi
nunca a la isla».
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