El «Mobili» del artista mallorquín Miquel Barceló ha pasado cuatro meses en un lugar privilegiado de la isla de Formentera. La plaza de la Constitución de Sant Francesc Xavier, capital de la isla, y a escasos metros de la iglesia y del Ayuntamiento, es decir en el meollo de la isla playas aparte. La escultura apareció un lluvioso día de primavera y desapareció, como por arte de magia a finales de un agosto agobiante por el calor. A lo largo de cuatro meses «Mobili», un bronce de dos toneladas y media que representa un coche orgánico o una calavera de animal con ruedas según técnicos o profanos en materia artística, dividió desde el principio la opinión popular que consideraba una suerte disponer de la obra de un gran artista ni que fuera por cuatro meses o los que se limitaban a señalar con cierta sorna a cualquier cosa se le llama arte.

Fuera lo que fuera el caso es que el «Mobili» en cuestión fue testigo de un cambio en la alcaldía, con la derecha desplazando a la izquierda gobernante, ha presenciado manifestaciones contra los antiguos responsables de medio ambiente y a favor de los kioskos y las hamacas en todas las playas de la isla; manifestaciones de los okupas para que les dejaran acampar en las playas y de algunos formenterenses solidarizándose con el alcalde por haber decretado la caza al okupa y al campista.

Por poco el «Mobili» no pescó las protestas contra la guerra y contra el chapapote pero al menos sí disfrutó de unas cuantas fiestas como las de Sant Francesc o las de Santa María, polémica por el bando incluida, fiestas que a más de uno hacía temer que «Mobili» en cuestión iba a suponer un peligro para los asistentes apretujados en la plaza y que paralelamente sus orificios se iban a ver preñados de latas de cerveza, restos de bocatas e innumerables colillas. Afortunadamente ni en uno u otro sentido la sangre llegó al río. Pero si en algo ha destacado el coche calavera de Barceló ha sido en su capacidad de entretener a los chavales que independientemente de su procedencia no dudaban, en cuanto lo descubrían, a subirse en él, a jugar con y sobre él con un desenfado total; con igual familiaridad las excursiones organizadas de un día a Formentera, que siempre recalan en la plaza de la Constitución de Sant Francesc, propició que la imagen del «Mobili» haya viajado a mil y un rincones no solo de España sino también de innumerables países.