Una de las voluntarias de Pronóstica coloca en el suelo del MACE algunas de las fotografías que hicieron los artistas del encuentro. Foto: KIKE TABERNER

El balance que los 62 artistas hicieron el pasado sábado en la última mesa redonda del encuentro, dejó claro que Pronóstica había merecido la pena, el esfuerzo, el trabajo y la dedicación. Una sensación general de satisfacción y «buen rollo» en los semblantes delataban bien a las claras que, aunque exhaustos muchos de ellos (sobre todo entre el equipo de la organización y los voluntarios), todos y cada uno estaban convencidos íntima y públicamente de que la iniciativa había superado las expectativas.

En cualquier caso, antes de lanzar las campanas al vuelo era conveniente hacer autocrítica, exponer las carencias y los fallos para intentar corregirlos en próximas ediciones. Porque éso también pareció claro: Pronóstica debe seguir. Si ha sido posible arrancar un proyecto tan complejo y diverso, hay que seguir empujando para que tenga continuidad. Todos de acuerdo, sobre todo por parte de los artistas, pero matizando del lado de la dirección. En concreto, el director de Pronóstica, Pistolo Eliza, comentó a este periódico que si no se contaba con un presupuesto en condiciones, no estaba seguro de que Pronóstica pudiera tener continuidad. Que eso de trabajar por amor al arte está bien una vez, para demostrar que «se puede concretar una idea y realizarla», pero no se debe abusar de la energía, el entusiasmo y la generosidad de voluntarios y artistas. En cualquier caso, el equipo rector de la idea («como en las Fallas», apuntó) empezará hoy mismo a ponerse las pilas para que la segunda edición de Pronóstica sea mucho mejor que la primera.

Entre las reflexiones que se plantearon en la mencionada mesa redonda acerca de qué había sido, que es y que será este invento, uno de los artistas lo resumió de esta elocuente manera becqueriana: «Pronóstica eres tú». Porque, precisamente, el factor humano, la convivencia entre los artistas, el estimulo mutuo, los intercambios de ideas y el trato directo y sencillo con la gente (niños, jóvenes y mayores; «normales» y discapacitados) han sido los mejores argumentos a favor de la oportunidad y necesidad de un encuentro cultural y social al mismo tiempo. Una manera de rentabilizar el arte en calidad humana mediante la toma de conciencia de que todos podemos ser creadores si encontramos el ambiente y las circunstancias propicios.