El actor Bob Hope, uno de los iconos del mundo del espectáculo de
Estados Unidos, falleció el domingo por la noche a los 100 años de
edad rodeado por varios miembros de su familia. El popular
humorista cumplió el siglo el pasado 29 de mayo y su frágil salud
ya le impidió entonces participar en los numerosos actos de
homenaje que se celebraron en todo EE UU para agradecerle su larga
carrera en el mundo del espectáculo, que comenzó cuando tenía 18
años. Encarcelado brevemente cuando era un adolescente, por robar
pelotas de tenis, Hope ascendió en el negocio del espectáculo para
convertirse en amigo personal de varios presidentes, entre ellos
John F. Kennedy, Richard Nixon y Ronald Reagan, y acumuló una
fortuna de al menos 200 millones de dólares.
Siempre bromeaba de que su temor más grande era ser secuestrado
y llevado a un país «que nunca oyó de mí». Su carrera --que incluyó
experiencias como boxeador aficionado, juglar de rostro negro y
bailarín-- abarcó siete décadas, en las cuales fue protagonista en
teatro de variedades, radio, cine y televisión. Operando
virtualmente su propia fábrica de chistes al emplear a casi 100
escritores, Hope pudo recopilar una colección de cientos de miles
de chistes que se especializaban en temas de doble sentido sexual,
de su propia nariz y líneas que rendían tributo a su decidida falta
de humildad y la disposición de timar a cualquiera. Calificado como
un hombre vanidoso, quien según algunos allegados nunca podía pasar
frente a un espejo sin darse una mirada, Hope nunca alardeó del
talento que lo convirtió en lo que fue.
En sus 80, dijo que aún trabajaba 200 días al año y esperaba
vivir hasta los 100 años. Fácilmente daba más de 100 actuaciones en
un año, viajando por todo Estados Unidos y el exterior. El
comediante realmente nunca se adaptó al mundo cambiante. En la
década de 1960 fue criticado por las feministas furiosas por sus
chistes de mujeres, algo fijo en sus presentaciones. Los biógrafos
y otros que siguieron la carrera de Hope lo han visto como un
hombre que deseaba ardientemente el fragante afecto de la risa del
público. También tenía la reputación de ser un mujeriego. El
escritor John Lahr dijo que la esposa de Hope por 66 años, Dolores,
se hacía la vista gorda a sus aventuras románticas. El público que
Hope prefería eran los soldados estadounidenses. En la Segunda
Guerra Mundial, Corea, Vietnam hasta la Guerra del Golfo de 1991,
el comediante estuvo allí siempre con sus chistes de último minuto
y una fila de mujeres bonitas. Durante la guerra de Vietnam fue
criticado por ser un «halcón» que apoyó el conflicto. Pero el
afirmó que en realidad era un defensor «a mitad de camino» que
quería que terminara la guerra e incluso trató de visitar dos veces
Hanoi y organizar la liberación de prisioneros. El «show navideño
de Bob Hope», que se filmaba cuando estaba entreteniendo a los
militares, era usualmente el programa de televisión de más
audiencia durante el conflicto.
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