Jerry González, durante el concierto del pasado miércoles. Foto: MARGA FERRER.

Hay ocasiones en las que salir a un concierto de teórico telonero puede ser más una ventaja que un inconveniente. Puede que algo así pensaran la noche del pasado miércoles los integrantes del conjunto Nur-E Gura en la segunda jornada de la Mostra de Jazz que se celebra a lo largo de esta semana en el parque Reina Sofía de Eivissa. El conjunto arrojó verdadero aire fresco sobre el festival con una propuesta muy hábilmente construida alrededor de la txalaparta, instrumento tradicional vasco que estuvo a cargo de Aitor Beltrán, Javier Adán (también guitarrista) y Héctor Garde. Junto a ellos, Markus Breuus (trompeta, fliscornio), Miguel Rodrigáñez (contrabajo) y Santiago Rapallo (percusión). Y fue un soplo de aire fresco, pero también de riesgo, con una propuesta inusual y adaptada en gran parte a escenarios pequeños.

No muy conocidos fueran del ámbito vasco, Nur-E Gura demostraron en Eivissa que no deben arredrarse ante auditorios mayores. Con una platea a rebosar, el conjunto se movió bien en la vanguardia y en la tradición, uniendo los dos conceptos en un todo sugerente y por momentos desgarradoramente cautivador. Para finalizar, al escenario subió el guitarrista Alfredo Rubio, quien compartió los últimos temas del concierto de Nur-E Gura. El presentador de la Mostra de Jazz y director del programa «Discópolis» de Radio 3, José Miguel López, se dispuso entonces a presentar a la estrella de la noche, un Jerry González que brilló menos de lo esperado en la velada ibicenca.

Acompañado por el pianista Javier Marsó, Alain Pérez al contrabajo y por el percusionista Israel Suárez Piraña, González subió al escenario dispuesto a divertirse todo lo posible, y tal vez se le fue la mano, enfrascado en una fiesta de percusiones que en algún momento pecó de repetitiva. El músico neoyorquino, residente en Madrid, se dejó llevar por sus timbales mientras que la trompeta coincidía, habitualmente, con los momentos más relajados del recital. Pero González no estuvo solo en sus labores rítmicas. A su lado se situó un más que solvente Piraña a la batería y el cajón mientras la estrella lanzaba sus particulares gritos de guerra musicales («Tonta, todo en la vida se paga» o «Todos quieren saber cómo vivo yo»).

La locura percusionista obtuvo la respuesta del respetable, que aplaudía calurosamente los crescendos del grupo, aunque dio la impresión de no lograr conectar. «Espero que gozaran, porque gozamos aquí», espetó González momentos antes de abrazarse a sus músicos y dar por finalizado el concierto.