La isla de Eivissa podría deberle hoy en día mucho a la figura de Josep Lluís Sert, arquitecto de obligada mención en la evolución de esta disciplina durante el siglo XX. Sert demostró con la urbanización de Can Pep Simó (Jesús) que el crecimiento urbanístico no tenía por qué ir reñido con el respeto hacia el entorno ni con la modernidad, un ejemplo que, desgraciadamente, salvo en contadas excepciones, ha caido en saco roto.

Hoy se conmemora el centenario del nacimiento de este arquitecto catalán que vio en Eivissa la posibilidad de aplicar su concepción de la arquitectura. Discípulo de Le Corbusier, con quien trabajó entre 1928 y 1929, Sert vio en esta isla mediterránea la combinación perfecta entre tradición y modernidad, plasmándola en un conjunto de casas -en el que incluyó la suya propia- que aún es objeto de estudio por su orginalidad conceptual y que recientemente fue declarado Bien de Interés Cultural por el Consell Insular.

Josep Lluís Sert nació en Barcelona el primero de julio de 1901 (aunque algunas biografías y la propia lápida de su tumba señalen 1902 como su año de nacimiento) y falleció en esta misma ciudad en 1983. En 1930 fue uno de los miembros fundadores del GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes por el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), destacando como uno de los grandes defensores del movimiento racionalista en la arquitectura.

En 1937 llevó a cabo una de sus obras de más proyección internacional: el pabellón español para la exposición internacional de París. El edificio, alabado en su época por su modernidad, era todo un símbolo de apoyo a la República y precisamente ese apoyo provocó que al finalizar la Guerra Civil se le inhabilitara en España para ejercer su profesión, obligándole al exilio norteamericano junto a su esposa. Así, entre 1943 y 1952 da clases en las más prestigiosas universidades estadounidenses.

Fue un época intensa en proyectos. La década de los sesenta constituyó su regreso al entorno mediterráneo. Cinco años antes construyó el estudio de Joan Miró en Mallorca, a la que siguieron la Fundación Maeght en la Costa Azul y la Fundación Miró en Barcelona y, también, la urbanización de Can Pep Simó en Eivissa, un conjunto que Luis Fernández-Galiano considera «de admirable sabiduría y espontaneidad».

Su obra comenzó a ser reconocida a nivel nacional e internacional. En 1973, el Colegio de Arquitectos de Canarias organiza una exposición homenaje que recorre diversas ciudades españolas. Cinco años más tarde, es el Museo Español Contemporáneo de Madrid el que le dedica una muestra antológica. Su regreso definitivo a España tuvo lugar en 1972 y reingresó en el Colegio Oficial de Arquitectos de Cataluña y Baleares, del que fue expulsado en 1939. Sin duda, la obra de Sert debe ser revisada en la actualidad. Sus logros como arquitecto así lo requiere.