Grabado número 119 de la muestra, titulado «Divertimento en torno al Baño Turco. Juegos, música y pasteles».

I. PERICÀS/R.C. El Casal Solleric de Palma registró ayer un éxito notable de público para asistir a una de las exposiciones más importantes de la temporada, una serie completa de los grabados de Pablo Picasso «Suite 156». La muestra, que permanecerá abierta al público hasta el próximo 25 de marzo, es una colección de grabados de 156 planchas que el artista andaluz grabó entre enero de 1970 y marzo de 1972, poco antes de su muerte.

La sala de la planta noble del centro cultural acoge la exposición, organizada por el Ayuntamiento de Palma y Bancaixa, institución propietaria de los grabados de Picasso, quien falleció en abril de 1973, poco antes de la conclusión de la «Suite 156», razón por la que no pudo firmar las láminas seriadas, ya que éstas se encontraban en proceso de edición. Por tal motivo las 156 planchas que forman la suite fueron autentificadas a título póstumo.

La «Suite 156» muestra en toda su plenitud el mundo apasionado y la vitalidad de un Picasso ya mayor, pero lleno aún de energía para recrear los placeres que más le cautivaron a lo largo de su vida, el mundo del erotismo como pulsión existencial irrenunciable. En estos grabados se mezclan las fantasías sexuales del artista con su memoria personal del mundo, de la historia y del arte, con alusiones y referencias continuas a grandes nombres del mundo de la pintura, como Degas, Ingres, Goya o Rembrandt. Todo ello impregnado del personal sentido del humor del genial pintor andaluz.

La habilidad profesional de Picasso se pone claramente de manifiesto al contemplar las distintas técnicas empleadas en la realización de estas 156 láminas: desde el aguafuerte a la aguatinta pasando por la punta seca o el buril. Todas realizadas en placas de cobre de diversas medidas. Como explicaron los organizadores de la exposición, la colección reunida en el Casal Solleric representa «todo el mundo de la mentalidaddel Picasso anciano, pero lleno de vitalidad artística, que mantenía firme el pulso y que veía el mundo con su personal sentido del humor». Las planchas de cobre trasmiten la intensidad con que vivió y trabajó la pintura y «son un espejo del artista y de sus fantasías».