La escalera diseñada por Torres y Martínez Lapeña quiebra la ladera sobre la que se encuentra la Diputación de Toledo.

El estudio de los arquitectos Elías Torres y José Antonio Martínez Lapeña parece no tener suerte con los proyectos que parten de sus mesas de trabajo y en los que la figura principal es una escalera. Si ambos ya despertaron una agria polémica en Eivissa a principios de los años noventa con la sustitución de la escalera de acceso al Castillo de la ciudad, obra financiadas por el Ministerio de Cultura, y que fueron ligeramente cuestionadas por los técnicos de la Unesco que evaluaron la candidatura de Eivissa ante la Unesco. Ahora el turno le toca a las escaleras mecánicas que han finalizado en el casco histórico de Toledo.

Existe un nexo común entre ambas intervenciones. Se trata de dos proyectos que han sido llevados a cabo en zonas que hoy en día son Patrimonio de la Humanidad. Pero con una salvedad. Si en el caso de Eivissa la obra se realizó cuando aún no se había perfilado el informe a presentar ante la Unesco, la ciudad de Toledo decidió instalar las escaleras en un recinto reconocido por la organización cultural internacional años atrás.

El discurso crítico en ambos casos ha sido el mismo. Los más puristas no aceptan que en recintos históricos se lleven a cabo intervenciones que no respeten al cien por cien su entorno, aunque estos mismos proyectos estén refrendados por el prestigio de los arquitectos que lo acometen. En el caso de Torres y Martínez Lapeña, su fama viene avalada no sólo por su acción en el Castillo de Eivissa, sino también por la obras de acondicionamiento llevadas a cabo, entre otros ejemplos, en el monasterio románico de Sant Pere de Rodes en Girona o en las murallas y el Castillo de Bellver en Palma.