El Rey destacó «la lucha y el compromiso con la libertad» que
definen al escritor chileno Jorge Edwards, a quien entregó ayer el
último Premio Cervantes. Don Juan Carlos, en el discurso del acto
de entrega del máximo galardón de las letras españolas, celebrado
en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, expresó su
alegría por el hecho de que «las mejores armas» de la comunidad de
habla española sean «la razón», «el sentimiento» y «la
solidaridad».
El Rey, en su alocución ante las primeras autoridades del idioma
español, afirmó asimismo que la lengua «es nuestro mejor patrimonio
común», y recordó la figura de otros dos destacados escritores
chilenos, José Donoso y Pablo Neruda, que «no tuvieron ocasión de
recibir el premio Cervantes, aunque bien lo merecían». Don Juan
Carlos aludió a Chile como «uno de los países de más larga y
convencida tradición democrática de América», y «único país del
mundo moderno que nace con una epopeya», la Araucana de Alonso de
Ercilla. En sus palabras, el Rey abordó la figura del autor de
«Persona non grata» como un «hombre que es paradigma del Chile
moderno, americano pero también europeo de adopción». «Civilizado y
pulcro», «pleno de curiosidad por el hombre y por el mundo»,
intelectual de «amplios horizontes» y comprometido con la defensa
de «las libertades individuales y colectivas», fueron otros
aspectos de la personalidad de Edwards que destacó el soberano.
Puntualizó el Rey que el escritor chileno «ha vivido la historia
de su país durante los últimos cuarenta años con plenitud y
coherencia». Don Juan Carlos alabó también las virtudes de la
literatura chilena, en la que «las generaciones de buenos
escritores se suceden de manera natural».
Por su parte, el escritor Jorge Edwards hizo en su discurso de
recepción del Premio Cervantes un recorrido por lo que ha supuesto
para él la literatura, ese «río invisible que corre por el interior
de todos nosotros» y que lo llevó a internarse por un camino
«endiabladamente duro e intrincado». Ese camino le ha permitido a
Edwards (Santiago de Chile, 1931) viajar hasta «el corazón de
Cervantes» y llegar al Quijote, ese libro universal en el que
encontró algo que no volvería a ver después en ningún otro
escritor: «un elemento de compasión profunda, de humanidad, de
ironía, una distancia que consuela y que redime, transmitidos con
gracia única».
«La aventura del idioma» fue el título del discurso con el que
Edwards agradeció el Premio Cervantes, «un honor insigne» para él y
un reconocimiento a la literatura chilena «en su tradición y en su
rica diversidad».
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