El precio medio de la gasolina 95 llegó a los 2,179 euros el litro el pasado mes de junio en las Islas, casi medio euro más que ahora, según las estadísticas del geoportal del Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico. La gasolina 98 (1,852) y el diésel (1,78) también se están aproximando a sus mínimos anuales. Incluyendo el descuento de 20 céntimos por litro que el Gobierno introdujo en abril, los ciudadanos están pagando los precios más bajos de 2022.
La preocupación de las gasolineras del Archipiélago pasa ahora por el futuro de la bonificación. El Ejecutivo central todavía no ha aclarado que va a hacer con el mismo después del 31 de diciembre (último día en vigor), aunque todo apunta a que se va a eliminar su carácter general y se va a mantener únicamente para determinados sectores, sean económicos (transportistas, agricultores...) o sociales (ciudadanos con las rentas más bajas). El presidente de la Asociación de Estaciones de Servicio en Baleares (AESBA), Joan Mayans, señala que respecto a los precios «nos encontramos prácticamente en la misma situación de antes de la bonificación, aunque es cierto que el año ha sido una montaña rusa».
No obstante, relativiza la bajada, ya que, pese al regreso a los niveles de primeros de año, lo cierto es que las subidas habían sido especialmente elevadas desde 2021. Concretamente, el precio de los carburantes vivió un alza prácticamente constante desde el mínimo de 1,16 euros alcanzando en mayo de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia. Ahora bien, si el futuro de la bonificación ha de pasar por introducir cambios específicos como los reseñados, las estaciones de servicio reclaman que se dé el margen de adaptación que no tuvieron en abril y que generó tantas quejas. «Nos preocupa que en enero vuelva a pasar lo mismo y las gasolineras no dispongamos del tiempo suficiente para adaptar los sistemas informáticos. Lo único que pedimos es una transición fácil y que no se repita lo de la primera vez».
Mayans recuerda el caótico funcionamiento de las primeras semanas del descuento, en las que se combinaron colas interminables de vehículos (engordadas por conductores despistados que pensaban que la bonificación era cosa de uno o varios días) y el colapso de sistemas informáticos no preparados para la nueva figura que motivó el cierre momentáneo de algunos negocios.
Problemas logísticos
El caos logístico de esos días se vio además agravado por la tardanza en los abonos del descuento, ya que eran las propias gasolineras las que tenían que adelantarlo a los clientes. La excusa de la implementación de urgencia de un sistema totalmente novedoso y obligado por las derivadas de la guerra de Ucrania, insiste Mayans, no sirve ahora, después de haber tenido todo el año para dirimir hacia dónde debe direccionarse la iniciativa. «Estamos preocupados: si el nuevo modelo implica cambios importantes ya estamos llegando tarde, porque de aquí al 1 de enero no habrá tiempo para adaptarse», advierte Mayans para añadir que «no entendemos por qué a punto de acabar el año todavía no han dejado claro qué es lo que van a hacer».
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