Nadie duda de que es un animal que cae simpático y que, al ver uno, siempre dan ganas de cogerlo, pero muy poca gente sabe que llevárselo a casa es una pésima decisión.
En Baleares hay dos especies de tortugas terrestres, ambas protegidas: la mediterránea (Testudo hermanni) y la mora (Testudo graeca). La tortuga mediterránea está presente en casi toda Mallorca, excepto en la Serra de Tramuntana, y en la mayor parte de Menorca. La tortuga mora, en cambio, sólo se localiza en el Ponent de Mallorca, principalmente en Calvià.
También las hay en Formentera, pero su población es muy escasa. La tortuga mediterránea cuenta con una protección especial y la mora está catalogada como vulnerable. Ello significa que están prohibidas su posesión, transporte, venta, comercio e intercambio, en ejemplares vivos o muertos. En consecuencia, tener tortugas en cautividad es ilegal con excepciones para la cría, autorizada, con finalidades de repoblación y reintroducción en el medio natural.
Diferentes
Irene Garneria, técnica del Servei de Protecció d'Espècies de la Conselleria de Medi Ambient i Territori, explica que «se trata de dos especies diferentes con espacios igualmente distintos. Si encontramos una de estas tortugas fuera de sus espacios tradicionales, es porque ha sido trasladada por el hombre, normalmente por alguien que la tenía en casa, y por diversas circunstancias, decide desprenderse de ella y dejarla en cualquier lugar, ignorando que existen zonas concretas de distribución. Es una muy mala decisión».
Sólo por el hecho de tener una tortuga en casa ya estamos actuando mal. Además de ser ilegal, Garneria señala que «la mayoría de la gente que tiene una tortuga en casa la alimenta siempre igual, con lechugas y tomates. Podríamos decir que les preparan un trempó a diario, cuando su alimentación natural es mucho más variada y cambia según las estaciones. Esta mala alimentación en casa da lugar en numerosas ocasiones al piramidismo: la elevación y deformación del caparazón. Y resulta que las tortugas tienen épocas, en invierno y en verano, en las que ellas mismas se entierran durante semanas. En un hogar humano, no tienen esa oportunidad».
La técnica y bióloga indica que «en 2019 encargamos un estudio de poblaciones y el resultado fue un desastre, con presencia de numerosas tortugas fuera de sus espacios tradicionales. Incluso se encontró una tortuga mediterránea en Cabrera, donde nunca se había visto un ejemplar. Un ejemplar liberado en Llucmajor fue encontrado en Inca. Lo que tiene que hacer alguien que ve una tortuga fuera de su hábitat o quiere desprenderse de un ejemplar es llevarlo al Consorci de Recuperació de Fauna, Cofib, donde se harán cargo sin poner multas ni pedir identificaciones».
Garneria recuerda que «el Cofib gestiona cada año unas 2.000 tortugas de Mallorca y Menorca. Se trata de ejemplares heridos por maquinaria agrícola, atropellados por vehículos o crías que alguien no sabe qué hacer con ellas. Si encontramos un ejemplar sano en el campo, por supuesto que podemos cogerlo para observarlo unos instantes, pero luego hay que dejarlo donde estaba. Ésa es la mejor decisión».
En Mallorca existen 13 centros autorizados de cría de tortugas. A partir de aquí, la Conselleria puede poner en marcha programas de reintroducción, incluyendo la colocación de chips. La Conselleria aporta las tortugas reproductoras a los centros autorizados y éstos deben entregar todas las crías.
Todas estas actuaciones están más que justificadas en el caso de la tortuga mora, pues, como se ha comentado, es una especie vulnerable y sus densidades son muy bajas. Hasta ahora, se identificaban ejemplares de tortugas moras con pequeñas marcas en su caparazón. A partir de 2020 se están haciendo fotografías del plastrón, la parte inferior de la tortuga, pues es diferente en cada ejemplar, como si fuera su huella dactilar. La Conselleria ya cuenta con más de 5.000 fotografías.
Irene Garneria destaca que «la tortuga mora está prácticamente concentrada en Calvià, donde su hábitat natural ha sido cambiado y fraccionado intensamente durante las últimas décadas con carreteras y urbanizaciones, además del propio expolio de los que, al ver una tortuga, deciden llevársela a casa. De este modo, la densidad de la tortuga mora puede ser, aproximadamente, de 3 ó 4 ejemplares por kilómetro cuadrado, mientras que la de la tortuga mediterránea puede ser diez veces superior, o más».
La técnica de Protecció d'Espècies afirma sin tapujos que «cuando alguien recoge una tortuga y se la lleva a casa, para la población de la especie es como si hubiera muerto. No tendrá posibilidad de reproducirse ni podrá transmitir su genética. Y para la tortuga, un espacio limitado donde cada día come lechuga y tomate es como la cárcel, como cumplir una cadena perpetua. El resultado es nefasto».
Una de las iniciativas que la Conselleria quiere poner en marcha próximamente es una encuesta. Se trata de preguntar quién tiene una tortuga en casa o si se conoce a alguien que la tiene. ¿Ámbito de la encuesta? Los centros escolares. Para Garneria, «los resultados de una encuesta entre la población escolar pueden ser muy fiables y, al mismo tiempo, aprovecharemos para hacer educación ambiental entre los más jóvenes y concienciarles de que a las tortugas hay que dejarlas donde están».
Estudio genético
Otra iniciativa es un estudio genético tanto de ejemplares que viven en su hábitat natural como de los criados en cautividad. Según Garneria, «este estudio nos dará una idea de la situación de las poblaciones y nos permitirá mejorar la estrategia de liberación de los ejemplares criados en cautividad en función de las similitudes genéticas con los que ya viven en libertad. Las muestras genéticas ya están tomadas y es previsible que tengamos los resultados este mismo año».
Alguien se puede preguntar por qué no se pueden mezclar o convivir las tortugas mora y mediterránea. La respuesta de la bióloga es contundente: «Los hijos de híbridos no suelen ser fértiles. Acabaríamos teniendo poblaciones estériles. Y tenemos una especie, la tortuga mora, que es vulnerable y cuya población en Mallorca es la única insular de España y la situada más al norte en todo el mundo, pues su origen es norteafricano».
Garneria concluye que «ante el mal comportamiento de los humanos con las tortugas, éstas han podido aguantar porque son animales muy fuertes y resistentes, pero tenemos que dejar de ponérselo difícil y, sobre todo en el caso de la tortuga mora, ayudarlas en su recuperación».
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