¿Cuánto dinero ha invertido Marilles en Balears en sus dos años de actividad?
—Llevamos más de medio millón de euros invertidos o comprometidos en proyectos de investigación marina. A final de año, casi habremos llegado al millón de euros.
¿En qué proyectos se aplican estas inversiones?
—Fondos para la mejora de las áreas marinas protegidas y su vinculación con la ciudadanía, un sistema de contabilidad del medio marino para conocer como contribuye a la economía y el bienestar, y un informe sobre el estado del mar balear y su evolución. El sistema de contabilidad incluye una cartografía de los hábitats marinos y su flujo de beneficios a través de la pesca, la regeneración de playas y el ocio. En definitiva, contamos con tres grandes líneas de actuación: áreas marinas protegidas, pesca sostenible y educación ambiental.
¿De dónde salen estos recursos?
—De la Fundación Adessium, de Holanda, y de la Fundación Mava, de Suiza. La Fundación Adessium corresponde a la labor filantrópica de la familia Van Vliet. Su prioridad es la conservación del Mediterráneo. Desde hace décadas tiene una espacial pasión por Balears y en 2015 empezamos a trabajar en la configuración de la Fundació Marilles. Ya en 2016 presentamos a instituciones y sectores de las Islas un diagnóstico del estado del medio marino de Balears que ha sido validado por todo el mundo. La diagnosis y la validación fueron el punto de partida de la fundación.
¿Cuáles son las principales presiones sobre el medio marino de Balears?
—La pesca profesional, la pesca recreativa, el vertido de aguas residuales y los plásticos, la navegación y la presión demográfica. A todo ello deberíamos añadir el cambio climático, que es actualmente el mayor reto para la Humanidad. Es una presión global, pero la conservación de nuestro medio marino le hará más resistente. Si nuestro medio marino se encuentra en un estado crítico, el cambio climático será el tiro de gracia.
La pesca profesional va a menos.
—Sí. Su estado es crítico y hay que conseguir que se mantenga, pero de un modo sostenible, con un plan de gestión de especies, la sustitución de determinadas artes para reducir su impacto, la redistribución de tiempos y espacios de actividad, y una información más veraz sobre capturas, efectos negativos y movimiento económico.
Es más difícil tener datos sobre pesca recreativa.
—Con la pesca recreativa vamos a ciegas. No conocemos su impacto. Podría ser equiparable al de la flota artesanal, lo que ya resultaría muy significativo. Como con los pescadores profesionales, tenemos que lograr que los recreativos sean partícipes de la conservación. En Estados Unidos, son grandes informadores del estado del medio marino. Aportan datos, se vigilan entre ellos y tienen una cultura responsable de cumplimiento de la ley.
Tenemos una gran aliada en la posidonia, aunque algunos insisten en no verla como tal.
—La posidonia es un auténtico chollo. Las 650 hectáreas que tenemos en Balears limpian las aguas, regenera las platas y absorben el 7 % de nuestras emisiones de dióxido de carbono. Es un hábitat muy eficiente para nuestra calidad medioambiental y contra el cambio climático.
En depuración fuimos pioneros, pero seguimos teniendo problemas.
—Es un reto para esta legislatura. Las infraestructuras crecen, pero la depuración ha quedado atrás. El Gobierno central tiene que invertir.
¿Hay demasiada navegación?
—La densidad es altísima y genera impactos. Una solución es el despliegue de campos de boyas en lugares estratégicos. Todos saldríamos ganando, incluidos los navegantes.
¿Marilles es un proyecto temporal o ha venido para quedarse?
—Sin duda, es un proyecto a largo plazo. Después de dos años, estamos todavía más convencidos de que es posible hacer de Balears un referente de conservación marina a nivel mundial. Cada euro que invertimos debe lograr el máximo rendimiento. Estamos satisfechos de que cada vez hay más fundaciones y empresas que nos piden consejo sobre cómo mejorar el medio marino y costero.
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