En el PSIB tales jugadas marca Guadalquivir molestan. Los socialistas mallorquines callan, se las tragan pero ven el asunto con preocupación. Han de resolver su propia situación interna. Está claro que cuando llegue el congreso balear Francina Armengol no tendrá rival. Siendo presidenta del Govern despierta unanimidades y será reelegida secretaria general. Además, por motivos personales Aina Calvo ha pasado voluntariamente a segunda línea y sin ella el calvismo no deja de ser una ristra heterogénea de descontentos fáciles de reconducir desde el poder que otorga el Consolat.
El problema para Francina es Mallorca. Hay movimientos ambiciosos, como incluir Palma dentro de la estructura isleña, la capital siempre ha sido un problema para los socialistas mallorquines porque a menudo su organización se ha transformado en un contrapeso generador de tensiones y enfrentamientos. Francina lo sabe y quiere resolverlo acudiendo al manido pero a veces eficaz recurso del rejuvenecimiento de cargos directivos. El congreso de Mallorca, cuando llegue el momento de su celebración, será clave. Todo indica que no repetirá la actual secretaria general, la joven Sílvia Cano, hija del veterano dirigente calvianer Paco Cano. A partir de ahí se abre el melón. Y hay dudas sobre lo qué quiere hacer Francina.
La pregunta se impone: ¿Decidirá Armengol, en aras del reequilibrio interno, echar a un lado a la vieja guardia de su generación, que la llevó a la secretaría general y a la gran victoria de las primarias del 2014 sobre Calvo? ¿Se sacará de la manga Armengol a un joven batidor treintañero, monolingüe que pueda desertar consensos en agrupaciones de las barriadas palmesanas, de perfil técnico cualificado, próximo a ella en el Govern, pero casi sin peso en el partido para forzar la reunificación interna desde arriba? Esas son las preguntas que se hacen el aparato y la militancia.
Por sentido común, el nuevo secretario general de Mallorca debería ser alguien del perfil de Xisco Miralles, actual conseller de Cultura del Consell, de Cosme Bonet, conseller d'Hisenda de la misma institución, o del propio Virgili Moreno, alcalde de Inca. Son hombres de la generación de Francina, de su misma corriente política, convencidos de que el PSIB será fuerte mientras sea un partido que se parezca a Mallorca desde una óptica progresista y de defensa a ultranza de su lengua propia y sus valores. Son hombres de convicciones de hierro, que no se dejarán llevar por modas coyunturales ni frivolitésde bajo calado ideológico. De hecho, el ancla del PSIB en Mallorca es que es un partido forjado por varias generaciones desde los años treinta hasta ahora y cuyo enraizamiento es muy fuerte en importantes localidades de la isla, incluida la tradición intelectual progresista palmesana de clase media.
Pero si Francina opta por otro tipo de secretario general, un modernito que sirva teóricamente para evitar más sangría de votos hacia Podemos, el temor es que la esencia de los socialistas mallorquines quede en parte desnaturalizada y eso se pague caro a la larga, cuando pase la moda podemita. Por tanto, este congreso de Mallorca será clave. Muchos socialistas tienen muy claro que desde el Consolat las cosas se vez desde muy arriba, en globo. Es una ley físico-política: Allí se levita. Pero Francina está en el lugar ideal para pensar dónde estarían ahora ella y el áulico sanedrín que la envuelve si los calvistas hubiesen ganado las primarias del 2014. Y también para recordar quienes fueron los dirigentes que estuvieron a su lado en los momentos más críticos para llevarla a la victoria.
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