Hace casi un mes y medio que Lionel Sebastián Scaloni (Pujato, 1978) entró en la leyenda bordándole una tercera estrella a la camiseta de la selección argentina. Entre entrevistas y actos de reconocimiento, el técnico —además de jugar en su día en el Real Mallorca ha fijado en la Isla su residencia— todavía no ha podido bajar de la nube a la que se subió en Qatar. En cualquier caso, asegura que lo lleva con naturalidad y que hay algo que el Mundial no ha cambiado: disfruta del fútbol en cualquier circunstancia y con la misma pasión que ha sentido siempre.
—¿Ha asumido ya todo lo que pasó? ¿La repercusión ha sido mayor de lo que esperaba? —Es un poco lo que le digo a todo el mundo, al final este es el mes y medio más fuerte, el más ruidoso, y se supone que luego se irá aplanando la situación. Poco a poco vamos tomando conciencia de lo que se consiguió, pero el furor es ahora. La gente está todavía muy contenta y al final es lo que realmente cuenta. Ver a un país tan futbolero así de contento para nosotros es lo máximo.
—Menotti, Bilardo y ahora Scaloni. ¿Qué piensa al verse ahí? —Igual que cuando asumimos la dirección técnica siendo joven y sin experiencia en clubes lo tomamos con naturalidad, ahora tomamos con esa misma naturalidad el hecho de haber ganado, como también se puede perder. Son las reglas del fútbol. Hoy no pienso en si nosotros también ganamos el Mundial como Bilardo y Menotti, sinceramente. No soy de mirar esas cosas. Las cosas vienen. Si son positivas, perfecto y si son negativas, hay que seguir.
—El título ha derribado ciertas teorías y críticas que hablaban de su inexperiencia. —Era la realidad. Siempre cuento una anécdota con el maestro Tabárez, que debe llevar cuarenta y pico o cincuenta años dirigiendo. Jugamos un amistoso entre Argentina y Uruguay en Israel y vino a saludarme y me dijo: a los que dicen que usted no tiene experiencia dígales que tiene vivencias, que jugó 21 años al fútbol profesional y que aunque eso no es sinónimo de que te va a ir bien, tienes bastante hecho'. Me gustó y me quedó marcado. Al final, hoy en día todos sabemos de fútbol, de táctica, de estrategia. Nosotros vamos por otro lado. Estar cercano al jugador, entender lo que quiere en todo momento… Las pequeñas cosas hacen la diferencia.
—¿Todas esas críticas están ya enterradas? —Para nada, forma parte del puesto que ocupo. Ser entrenador de Argentina, como de cualquier selección o quizás un poco más, implica que la gente, la prensa, pueda opinar. En mi caso, la realidad es que no tenía experiencia. Las críticas me las tomé bien. Ni me cayó mal en aquel momento ni ahora, que somos campeones, le doy más importancia de la que tiene. Sigo haciendo lo mío, no me cambia. Eso es lo que hay que remarcar, no desviarse de lo que uno quiere nos llevó a conseguir esto, no estar pensando en el qué dirán.
—Si tuviera que elegir un momento del mes que pasó en Qatar, más allá del título, ¿ cuál elige? —Cuando ganamos contra Croacia, en las semifinales, y al día siguiente se enfrentaban Francia y Marruecos. No sabíamos quién sería nuestro rival en la final y cuando vimos el partido yo estaba convencido de que nos iba a ir bien. Le dimos una charla interesante a los jugadores y fue un buen momento, bastante lindo. A cuatro días de la final, sentíamos que podíamos ganar.
—La derrota contra Arabia fue un shock mundial, ¿ cómo lo vivieron desde dentro? —Hacía tres años y algo que no perdíamos, desde 2019, y sabíamos que en algún momento iba a pasar. Y creo que pasó en el mejor momento porque nos despertó. Nunca la derrota es positiva, pero al final fue bien recibida pese a que perdimos sin merecerlo. Son cosas del fútbol y puede pasar. En el primer tiempo podíamos haber ganado bien y al final se torció. Lo importante es levantarse y eso es lo mejor que hicimos.
—Las imágenes del partido siguiente ante México, con Aimar desahogándose, eran reveladoras. —En ese partido se juntaron muchas cosas. Pablo (Aimar) venía de un problema familiar importante, porque había fallecido su mamá y se unió todo. Con el gol llega la alegría, se te vienen muchas cosas a la cabeza. La presión era muy grande, porque si ganábamos seguíamos dependiendo de nosotros pero si no lo hacíamos íbamos a tener problemas. Era un cúmulo de sensaciones. La imagen se hizo famosa y refleja el sentimiento que uno tiene cuando dirige a estos chicos. No queda otra que demostrarles que somos como ellos, uno más, que estamos sentados en el banco, pero como ellos. A lo mejor un poquito más pensantes cuando hay que serlo, pero queremos que a Argentina le vaya bien porque somos hinchas de la selección. Y claro, si lo vives en primera persona pesa más.
—¿Fue más duro levantarse tras la primera derrota, cuando se fue a la prórroga contra Países Bajos o en la final contra Francia? —Lo mejor que tiene esta selección es que se repone ante cualquier circunstancia. Contra Países Bajos veníamos ganando bien y se nos complicó el partido con un gol de cabeza a falta de ocho minutos y nos empatan en la última jugada, pero el equipo venía jugando bien y en la prórroga merecíamos ganar. Contra la lógica, llegamos a los penales con mucha confianza y nos sobraba gente para patear. Y con Francia igual. Hicimos un partido completísimo hasta el primer gol de ellos en el minuto 80. En la prórroga igual. Volvimos a encauzar el partido, hicimos el gol, tuvimos ocasiones y nos salvamos en la última acción, con la famosa jugada de Emiliano (El Dibu Martínez). Reaccionábamos siempre a los palos y sabíamos levantarnos ante cosas que quizás en otro momento serían muy dañinas.
—Desde fuera parecía que no había ninguna otra selección más presionada que Argentina. —El que siga a la selección argentina sabe que toda la vida, más allá de que esté Messi o Maradona va a los Mundiales como candidata. La presión de la gente, de la hinchada, siempre estará. Es un país de fútbol. Si tienes a Leo o a Maradona se agiganta aún más, pero aunque no tengas un equipos para ser campeón siempre te van a meter ahí y hay que saber vivir con eso. En este caso veníamos bien, con un grupo consolidado pero con los pies en la tierra porque no había menos de diez selecciones que podían ganar y en un partido pegarte la vuelta.
—En Mallorca se vivió el título de Argentina de manera muy especial, ¿le llegó? —Los argentinos estamos por todos lados (risas). Me llegaron imágenes, sí. La familia de mi esposa es de acá y estaban todos muy contentos. Está bueno que tanta gente se sienta partícipe y que hayan vivido el Mundial de esa manera.
—¿Le seguiremos viendo como seleccionador argentino? —Estamos en eso, sí.
—Ha seguido una carrera diferente a la de la mayoría y ha empezado dirigiendo a una selección. ¿En su cabeza está la opción de hacer el camino inverso? —Hice todo lo contrario, ahora mi carrera irá a peor (risas). Cuando uno deja de jugar en lo primero que piensa es en ser entrenador, que es lo más cercano a ser jugador. No hay nada más próximo a vivir el césped, a sentir esa adrenalina. Y cuando decides ser entrenador lo vas a ser para lo que sea. He demostrado que no tengo problemas. Empecé en el Ágora, estuve en Son Caliu, en el Playas… El futuro dirá dónde estoy. No tengo problemas en ir a dónde me quieran y esté cómodo.
—Siempre llevará la coletilla del ‘Scaloni, campeón del mundo'. —Eso no es malo (risas). Llegará un momento en el que eso pase. Y los momentos difíciles, también. Al final el fútbol es eso, no estás siempre arriba. Pero estamos hechos para esto, para soportarlo. Necesitamos seguir viviendo estas cosas. Jugamos veinte años a la pelota, pero de repente se termina y empieza una nueva vida, la de entrenador. Y es vida es, domingo tras domingo, jugarte algo. Es lo que necesitamos. El cuerpo nos lo pide. Sentir esa presión del: y si no gano, ¿ qué pasará?
—Se habló mucho su trabajo con los chicos en algunos clubes mallorquines. ¿Cómo lo recuerda? —Lo primero que recuerdo es la ilusión de las primeras veces. En este campo (Ágora Portals) fue donde hice mi primer entrenamiento, con nenes de diez años. Y después fui a Son Caliu y Playas y tenía la misma pasión y las mismas ganas que ahora. La misma idea. Cuando empiezas con nenes chiquitos quieres hacer cosas que no son reales, pero hay gente que te corrige, que está acostumbrada a estar con niños y te dice: mira, esto todavía no. Siempre digo que más allá de los niveles lo importante es hacerlo con ganas y pasión. Sentirlo como tuyo.
—En el Mallorca tiene a un jugador seleccionable como Pablo Maffeo. ¿Lo tiene en cuenta? —Sí, claro. Lo seguíamos desde que estaba en el Girona.
—¿Qué opina de lo que pasó en España y del cambio Luis Enrique-De la Fuente? —A Luis Enrique le tengo un aprecio enorme. Hizo un muy buen Mundial, pero un mal partido, un gol errado, te deja fuera. Y De la Fuente me dio clase en el curso de entrenador. Me llamó la semana pasada y le deseo lo mejor. Aparte de ser un gran entrenador es un gran tipo y eso ya dice mucho de él. Le irá bien, seguro.
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