El «One love» de Bob Marley volvió a sonar en el estadio pequinés, como siete años atrás en los Juegos Olímpicos, en honor del rey de la velocidad mundial, campeón olímpico y plusmarquista mundial de 100 y 200, que por enésima vez supo estar a punto en el momento preciso.
El joven estadounidense Trayvon Bromell, de solo 20 años, consiguió la medalla de bronce con un registro de 9.92, en tanto que su compatriota Tyson Gay, el segundo atleta más rápido de la historia, llegó sexto con 10.00.
El rostro serio, reconcentrado de Bolt denotaba preocupación antes de afirmarse en los tacos de salida para librar con Gatlin la batalla más esperada de los Mundiales. La sonrisa tantas veces luminosa del jamaicano apenas era una mueca. No las tenía todas consigo.
A juzgar por sus marcas del año -Gatlin líder con 9.74, Bolt sexto con 9.87-, la final tenía un ganador casi cantado, sobre todo después de la pobre actuación y la pésima salida del jamaicano en la primera semifinal. Por momentos se temió incluso su eliminación, pero terminó ganando la serie con 9.96, el mismo tiempo que el canadiense Andre de Grasse.
Inmediatamente Gatlin le mandó el último recado: 9.77, a sólo tres centésimas de su mejor marca de siempre, y con viento legal. La diferencia entre ambos (19 centésimas) parecía un argumento definitivo a solo dos horas de la cumbre.
Bolt se enfrentaba al reto más complicado de su carrera desde que se erigió en la máxima estrella del atletismo, pero en el pasado ya se había visto en situaciones similares y siempre supo estar a punto en el momento justo.
Hace dos años, por ejemplo, una sombra de duda viajó con Bolt a los Mundiales de Moscú. Dos meses antes, en Roma, fue derrotado por Gatlin. Por una sola centésima, pero el norteamericano pudo presumir de ser el primero que batía al jamaicano en un año. Sin embargo, nadie inquietó a Bolt en la final mundialista: batió por 8 centésimas a Gatlin, que había tomado la delantera al principio.
Otro precedente. En 2012, Bolt se presentó en los Juegos de Londres con dos derrotas, esta vez ante su compatriota Yohan Blake en los campeonatos nacionales, tanto en 100 como en 200, y en la hora suprema revalidó su triplete olímpico de Pekín.
Las semifinales no dejaron hoy ninguna víctima ilustre por el camino. Los favoritos estaban citados para dirimir la madre de todas las batallas en una final de 9, ya que los jueces habían metido a los tres empatados en 9.99 segundos.
Gatlin cavó, probablemente, su tumba en los tacos de salida. Tardó 165 milésimas en abandonarlos, más lento que el propio Bolt (159), que no se significa precisamente por sus rápidos despegues. La enorme fortaleza mental de Bolt hizo el resto.
Una lesión en la pierna izquierda obligó al ser humano más rápido de la historia (9.58 en 100, 19.19 en 200) a renunciar este año a los mítines de París y Lausana y a visitar nuevamente la consulta del alemán Hans-Wilhelm Müller-Wohlfahrt en Múnich.
El galeno confirmó que Bolt tenía «la articulación sacro-ilíaca bloqueada, lo que restringe sus movimientos y crea una presión en la rodilla y el tobillo». Pero su marca de 9.87 en Londres, el 24 de julio, autorizaba ya a pensar que Bolt estaba de regreso.
Gatlin, campeón olímpico en Atenas 2004, líder de la velocidad mundial en 2014 (9.77) y en lo que va de 2015 (9.74), puede haber dejado pasar, con 33 años, su última oportunidad de recuperar el cetro de la velocidad pura.
Desde que regresó a las pistas tras su sanción, entre 2006 y 2010, Gatlin ha pasado 59 controles de la Agencia Estadounidense Antidopaje pero en el mundo atlético muchos no le perdonan su pasado y temen que sus marcas actuales, las mejores de su vida, obedezcan a algo más que al trabajo en los entrenamientos.
Este año, en el que lleva ya nueve controles de la USADA, además de los que pasa a petición de otras instituciones, ha mejorado sus marcas personales tanto en 100 como en 200 metros (9.74 y 19.57).
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