La mejor tenista del momento se marchó de París pocos minutos después de que lo hiciera su hermana Venus, derrotada por la eslovaca Anna Schmiedlova por 2-6, 6-3, 6-4, a quien Garbiñe ganó en el único duelo entre ambas, este año en el Abierto de Australia (6-3, 6-3).
Roland Garros ya se frotaba las manos con un duelo en tercera ronda entre las dos Williams, pero ninguna de ellas acudió a la deseada cita. Es la primera vez desde Wimbledon de 2011 que las dos hermanas caen el mismo día en un Grand Slam.
Además, Serena sólo había perdido en dos ocasiones en un grande antes de la tercera ronda. La estadounidense fracasó en su intento de sumar en París su 18 título de Grand Slam e igualar así con sus compatriotas Martina Navratilova y Chris Evert. Y cedió a la maldición que pesa sobre la Copa Suzanne Lenglen, que nadie renueva desde que en 2007 lo hiciera la belga Justine Henin.
El torneo se queda descabezado en su parte femenina, porque la derrota de Serena se produce un día después de que cayera la china Na Li, segunda favorita y ganadora en 2011.
La de Muguruza fue una campanada espectacular de la tenista de 20 años y número 35 del ránking, que había avisado la víspera de que le perdería el respeto a la estadounidense pese al palmarés que arrastra.
«Si cambio mi estilo para enfrentarme con Serena no tendré ninguna opción, debo de ser fiel a mi juego. Tengo que salir a la pista y decirle 'yo también te puedo ganar'», había dicho.
En la memoria quedaba el único duelo entre ambas, en el Abierto de Australia del año pasado, cuando la estadounidense le propinó un 6-2, 6-0.
Pero esa fue otra historia. Con un tenis sólido, Muguruza desquició a Serena, que en ningún momento se encontró cómoda en la pista Suzanne Lenglen, la segunda en importancia del complejo. «Estoy muy feliz», gritó en la pista nada más acabar, encantada de haber vencido a la máxima favorita para la victoria final.
«Sabía que había que jugar muy agresiva y concentrada, Serena es una campeona inmensa y había que estar al cien por ciento», indicó, emocionada, la jugadora, que reconoció que es «un gran día» para ella.
Muguruza venció ante la mirada de su entrenador, Alejo Mancisidor, acompañado de la capitana española de Copa Federación, Conchita Martínez, que todavía no sabe si la jugadora de padre vasco optará por defender los colores de España o los de Venezuela, país en el que nació, decisión que tendrá que tomar en los próximos meses.
La otra cara de la moneda fueron los Williams, en particular su madre, que vio como sus dos hijas se marchaban en la segunda ronda y con apenas unos minutos de diferencia.
La menor de las Williams gesticuló, se quejó del viento y pareció en todo momento fuera del partido. «Concéntrate», le dijo a un recogepelotas en un momento de ofuscación.
El resultado fueron apenas 8 golpes ganadores, 29 errores no forzados y solo un 27 por ciento de puntos logrados con su segundo servicio, un bagaje indigno de una número 1.
«No me ha salido nada y ella ha sido muy inteligente, no he sabido como contrarrestarlo», aseguró la número uno del mundo, visiblemente decepcionada por la derrota.
Su temporada en tierra batida no había sido muy buena, como prolegómeno de su llegada a París, pero nada hacía presagiar que se marchara tan pronto. «Jamás volveré a vestir de verde», dijo Serena, que prometió regresar a casa y «trabajar cinco veces más duro para no volver a perder».
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