Susana Sevilla, segunda por la derecha, posa junto a María Salom, José Ramón Bauzá y Mateu Isern tras ser homenajeada por el Govern Balear en la recepción llevada a cabo el pasado lunes en Palma. | Teresa Ayuga

Los recientemente finalizados Juegos Paralímpicos de Londres no contaron con la presencia de ningún deportista ibicenco. Sin embargo, la cita contó con cierta representación ibicenca. Susana Sevillano Arévalo (Barcelona, 10-09-1984), fisioterapeuta residente en Sant Antoni, formó parte de la expedición de la selección española en Inglaterra y ya descansa en casa . Ayudó en primera persona a los éxitos de España, sobre todo de los nadadores.


—¿Qué tal la experiencia?

—Espectacular. La verdad que la villa era impactante. Había de todo. En cualquier esquina encontrabas fruta, agua y bebidas isotónicas. El comedor era impresionante. Tenía un mostrador gigante con comida de todo tipo, clasificada por tipo: inglesa, americana, mediterránea, asiática... Hasta había un McDonald's y podías coger lo que quisieras. La zona internacional para descansar también tenía de todo: consolas, billares, futbolines, peluquería, ordenadores.... Era el paraíso del deportista. Todo lo que necesitaras, ahí estaba. Es más, hasta en la piscina había toallas y podías coger las que quisieras. Estaba todo acondicionado para que el deportista se centrara única y exclusivamente en su deporte. Lo curioso es que nosotros trabajamos en la parte de la que no se tiene que preocupar el deportista y estábamos alucinando.

—¿Tuvo trabajo excesivo durante los Juegos?

—La verdad es que sí. En los días previos a la competición, cada uno quiere poner su cuerpo lo mejor posible. Los que nadaban más pruebas, como Teresa Perales que hizo seis, me llegaban a mediodía y me decían ‘Susana, no puedo'. El último día, después de tantas pruebas, llegó ella demasiado temprano y me dijo que tenía los brazos pesados, que si podíamos hacer algo. Le dije que no había problema y descargamos oxígeno en los brazos. Por la tarde, hizo medalla de oro. Yo estaba supercontenta. Vino y me dijo: «'Susana, los brazos iban solos. Muchas gracias'. Eso, para mí, no está pagado. Era una sensación de que lo había hecho bien, de que la gente confiaba en mi trabajo y podía encontrarme si lo necesitaba.

—¿Algún deportista le hizo preocuparse?

—Afortunadamente, no. Alguno se cargó de golpe más de lo normal. A partir de tal día se cansan. Lo que pasa es que había mejores expectativas y como no salían los tiempos ni llegaban las medallas, moralmente se les veía más flojos y me buscaban para ver dónde podían mejorar. Incluso algún nadador que no solía venir a tratarse lo hizo. En este sentido, nuestro trabajo empezó a ser más psicológico. Los del servicio médico nos reuníamos cada día y todos los ‘fisios' de cada deporte comentábamos cómo estaban los deportistas. En la natación, todo estaba supercontrolado. No hubo grandes preocupaciones.

—¿Se han obtenido los resultados esperados?

—Sí, pero deseábamos un pelín más. La verdad es que los demás países están entrenando mucho. La mayoría de nadadores lo hace con clubes convencionales y personas sin discapacidad, y se nota cómo suben el nivel.

—¿Qué medalla ha sentido como si fuera suya?

—Una de Ricardo Ten, que quedó tercero, y las de Chano Rodríguez, que es como un hermano mayor. Es un sol de persona. También las de Teresa Perales. El día que la traté antes de las finales consiguió una plata y un oro. Eso me hizo sentir que una parte me pertenecía, porque si no hubiera hecho bien mi trabajo el resultado no habría sido ése.

—¿Cuál ha sido la anécdota más divertida que le ha sucedido durante la cita?

—Hay una que saben todos. Me confunden con la nadadora Michelle Alonso, discapacitada intelectual. Me han felicitado por la medalla y yo tenía que aclarar que era la ‘fisio'. Incluso al aterrizar en Madrid hubo una mujer con sus dos hijos que me preguntó ‘tú eres Michelle Alonso, ¿no?'. También hubo otra en la clausura. Era el día 9 por la noche y mi cumpleaños era el 10, así que, tras la medianoche y en pleno comedor, me cantaron más de una vez el cumpleaños feliz. Me acabaron felicitando desde ingleses hasta alemanes. Fue un cumpleaños diferente y feliz.

—Los Juegos no terminaron con la clausura. Luego no han cesado las recepciones.

—Sí. La verdad es que hemos tenido bastantes. Primero, fuimos todos a Madrid. Alucinamos en el aeropuerto. Chano, que había ganado tres medallas y sabíamos que iba a ser de los más buscados por la prensa, se pegó a mí y me dijo ‘no te alejes'. No paraba de preguntarme si se podía quitar las medallas e irnos. En la capital visitamos a los patrocinadores y también fuimos al Ministerio de Educación y al Consejo Superior de Deportes. El pasado lunes también nos recibieron en Palma.

—¿Se ve dentro de cuatro años en otros Juegos?

—Ojalá. Yo creo que es posible. Tanto deportistas como técnicos están contentos con mi trabajo y mantenemos una buena relación. Evidentemente, me gustaría mucho también llegar a los Juegos Olímpicos de 2016. Los paralímpicos me tienen robado el corazoncito, porque llevo más años tratando con ellos, pero me gustaría mucho llegar también a los Juegos Olímpicos y estar así en ambos.

—Por cierto, ¿se mojó mucho en Londres? Su clima se parece poco al de Eivissa.

—La verdad es que pasamos frío, sobre todo en la inauguración y la clausura. La equipación que nos dieron era de verano, con un par de chaquetas y un impermeable. El día de la inauguración íbamos con una americana de verano y una camiseta de cuello abierto. Pasamos un pelín de frío. Mojarnos, poco, porque tuvimos la suerte de que llovía cuando estábamos dentro y paraba cuando íbamos al autobús.