María Prats, durante el Campeonato del Mundo de la Asociación Japonesa de Karate.

La karateca ibicenca María Prats (13-01-1993) regresó por todo lo alto. Tras varios años alejada de la competición, el mes pasado se coló entre las ocho mejores del planeta en el Campeonato del Mundo que organiza la Asociación Japonesa de Karate. Prats compitió en la modalidad de katas en Shotokan, el primer estilo de karate-Do japonés. Un último éxito tras un largo camino lejos de la competición en el que nunca llegó a abandonar este arte marcial.

No hace tanto, María Prats se consolidó como una de las mayores promesas del karate español. Formada en el Samyd, pronto empezó a destacar a nivel balear y nacional y llegó a ser campeona de España y bronce europeo por equipos de Shotokan. Su vida la llevó a Barcelona, donde comenzó sus estudios universitarios que le han llevado a ser actualmente profesora de Literatura.

En la ciudad condal tuvo que seguir sus entrenamientos lejos de sus mentores Fernando Pérez, Pepe Cardona, Mariano Chantal y Anna Roig. Se enroló en el CD Mediterráneo, un club especializado en kumite, bajo las órdenes de José Puertas. 10 años en los que siguió compitiendo, pero que le crearon un gran desgaste, ya que era la única que entrenaba en kata y se pasaba muchas horas entrenando sola la técnica.

Fue una época en la que siguieron llegando éxitos, entrenaba periódicamente en el Centro de Alto Rendimiento, pero también empezó a vivir la parte menos amable del deporte competitivo: «El mundo de la competición tiene una cara B que se acentúa todavía más cuando se trata de un deporte poco mediático o minoritario. Cuando iba a los campeonatos tenía que escuchar comentarios del estilo de ‘esta chica se ha echado a perder, ¡qué pena!’ o ‘ya no entrena como antes’ y eso que seguía ganando medallas».

Este desgaste le llevó a dejar la competición en 2018: «Estaba muy agotada de lo que el alto rendimiento supone. Tenía muy claro que no quería estar vinculada al ámbito competitivo por toda la toxicidad que comporta: muchas comparaciones con otra gente, mucha tensión cuando se acercaban los campeonatos, la sensación que habías perdido un año si el torneo no iba bien…».


Recuperar la ilusión

Las cosas cambiaron tras la pandemia. Mariano Chantal le habló de una entrenadora venezolana que había abierto un dojo en Barcelona y estaba especializada en la misma modalidad que practicaba María. Esta mujer es la sensei Daniela Erminy y junto a ella ha vuelto la karateca que deslumbraba en Ibiza.
Eso sí, los inicios no fueron sencillos pues cuando Erminy vio el nivel de la pitiusa, lo primero que le dijo es que la llevaría al Mundial. Ahí saltaron todas las alarmas para María Prats porque «tenía claro que no quería volver a competir». «Lo único que quería era volver a entrenar y practicar mi deporte. Había crecido profesionalmente y estaba centrada en otras cosas», añade.

Con todo, empezó a entrenar y fue recuperando la forma física y el karate que llevaba dentro. Fueron tres años con su nueva sensei en los que le pasó de todo y en los que empezó a volver a tener el gusanillo de la competición. Sufrió una rotura de la cabeza del peroné, se recuperó y siguió entrenando y cuando ya tenía claro que estaría en el Mundial de Japón llegó un nuevo golpe: un accidente de tráfico en el que se fisuró una costilla y se rompió un dedo. Dos meses de baja.

Había pasado de dejar la competición a volver a competir y hacerlo con el objetivo de participar en su primer mundial y le llegaba este duro contratiempo. Fueron unas semanas muy complicadas pues pensaba que se iba a quedar fuera de esta cita. En agosto pudo volver a entrenar, lo hizo en Ibiza con sus entrenadores del Samyd. «Conecté con ellos como cuando tenía 15 años y los volví a sentir tan familia como siempre», confiesa. En septiembre regresó a Barcelona con su sensei y siguió entrenando con mucha dedicación para poder llegar a punto a la cita de Japón. Lo logró.

«Llegó el día del campeonato y empecé a pasar rondas. Primero contra Estados Unidos, después Inglaterra, Argentina… Así hasta llegar a la final. No me lo podía creer. Creo que era mi sueño de pequeña que nunca pensé que pudiese cumplir. De 97 mujeres llegaban ocho a la final. Fue una experiencia inolvidable». «Finalmente ganaron las japonesas, pero estar entre las ocho primeras después de todo ha sido un sueño que me recuerda que no nos tenemos que rendir nunca», concluye.