El Formentera y, cómo no, sus seguidores más fieles disfrutaron ayer de «una fiesta única», palabras utilizadas por Alberto Górriz, padre del futbolista rojinegro del mismo nombre, para describir una jornada que quién sabe si volverá a repetirse. Y es que un equipo de Tercera no se planta siempre en los dieciseisavos de final de la Copa del Rey ni se enfrenta a un equipo de Champions League como el Sevilla.

La mayoría de la afición formenterense llegó ayer a la ciudad hispalense. Unas 250 personas se desplazaron al estadio Ramón Sánchez Pizjuán para arropar a los suyos, una minoría comparado con el número de espectadores que se sentó en la grada, pero una cifra de ensueño para un equipo como el Formentera, ya que precisamente ésa es la que se baraja usualmente en el Campo Municipal de Sant Francesc, como bien se encargó de recordar Tito García Sanjuán horas antes del choque.

Ataviados con las bufandas conmemorativas del encuentro fueron llegando seguidores a la ciudad andaluza. Muchos de ellos se alojaron en el Hotel Hesperia, el mismo que el del equipo rojinegro y a apenas cinco minutos a pie del estadio. Entre los desplazados también hubo, como no podía ser de otra forma, familiares. Algunos de ellos ya estaban en la misma Sevilla, ya que varios futbolistas como Juan Antonio, Larra, Lolo y Marcos son naturales de allí.

Noticias relacionadas

Casi todos viajaron desde Formentera, pero otros lo hicieron desde Irún, como los padres y las hermanas de Górriz. El progenitor del delantero rojinegro destacó que se trata de «una fiesta única, un premio, y hay que aprovechar cada segundo para vivirla a tope. Nosotros venimos desde Irún a animar y disfrutar a tope», agregó el exdelantero de la Real Sociedad, con la que ganó dos ligas, que, eso sí, no pudo ver a su hijo jugar al haber sido descartado por el míster. «Le da mucha pena, pero lo entiende, porque ha sido el último en llegar y esto se lo han ganado otros compañeros. Dentro de lo que cabe, lo ha asumido bien».

El ariete, que vio el partido en la grada, reconoció que «la verdad es que a todo el mundo le gusta jugar aquí, pero es normal». «Tiene que jugar todo el mundo y lo entiendo. Lo justo es que lo disfruten los que jugaron al Copa. Yo estoy encantado de haber jugado 30 minutos en la ida, un regalo que no esperaba», explicó.

Górriz fue un ‘supporter’ más como los alrededor de 250 que fueron accediendo al Ramón Sánchez Pizjuán por la puerta 27. Frases de optimismo como «vamos a ganar» y cánticos como el clásico «Formentera, olé; Formentera, olé; Formentera, olé» se dejaron notar en los alrededores del campo y durante el partido. Mucho más cauta tuvo que mostrarse la docena de directivos rojinegros, que compartieron una comida con sus homólogos sevillistas en la que recibieron una pieza mozárabe de regalo, en el palco, donde eso de gritar, animar, protestar o festejar no se permite. Tuvieron que llevar la procesión por dentro en un día que, con el tiempo, irá siendo más histórico si cabe.