—¿Qué se siente al conseguir otra medalla europea?
—Cuando ya pasó todo, me sentí muy contenta, pero el jueves, cuando perdí el pase a la final, estaba un poco enfadadilla. Después, lo ves con perspectiva y no es fácil estar ahí otra vez.
—¿Qué fue lo primero que se le vino a la cabeza cuando acabó el combate?
—Pegué un grito y poco más. Ya en el podio sí que le daba vueltas a que me ha costado un montón llegar aquí este año. Estaba contenta.
—¿Todavía se acuerda de la derrota que te privó de estar en la final?
—Sí, porque, además, sabía lo que hace la rival. Con todo, me esperó para hacer lo que sabe hacer ella y me dio una patada en la cabeza. Fastidia.
—Tras el combate por el bronce, hay un vídeo por las redes sociales en el que, mientras recibe los abrazos de sus compañeros, dice ‘qué mal lo he pasado hoy'. ¿Qué sucedió?
—Los nervios. Desde que te levantas hasta que termina el combate hay muchos nervios. Tuve nervios.
—También alguien le pregunta ‘¿y cuándo lo pasas bien?' después de su respuesta.
—Lo pasas bien cuando estás peleando, entrenando o en una final. Evidentemente, también cuando llega el día de la medalla. Lo que pasa es que, en mi caso, era pelear por tener medalla o no. No es como una final, en la que ya la tienes.
—Todos saben que es muy difícil llegar a la elite, pero más aún es mantenerse. Usted acaba de revalidar el bronce. ¿Piensa que eso tiene más mérito aún?
—Yo creo que sí. En las competiciones de la Premier he ido sacando resultados y de las que estuvieron el año pasado en el podio soy la única que ha repetido. Eso significa que estoy bien.
—Parece ser que la decisión que tomó hace un par de meses de volver a Eivissa no ha variado su inercia ganadora. ¿Lleva bien los entrenamientos aquí?
—Sí. En Menorca me sentía sola. Allí sólo entrenaba con Dani, mi pareja. Aquí, además, hay un grupo y es mejor. Estoy mejor aquí.
—Se le nota dolida dolida con el tema de no poder dedicarse en exclusiva al karate.
—Es que el caso de España es particular. En países como Italia quedas campeona de Europa y sólo entrenas. En otros sitios, cuando se retiran pasan a ser funcionarios. En Turquía ganas un pastizal. En España cuesta mucho llegar hasta donde estamos cuando durante la semana afrontas 40 horas de trabajo. Encima, las competiciones te las pagas. Encima, aquí te comparas con otros deportes y ves que es una vergüenza.
—¿Cuáles son sus próximos retos?
—Este fin de semana tengo la Copa Femenina y el Villa de Madrid por equipos. La primera es el sábado y casi todas las participantes son españolas, aunque habrá alguna de fuera. En la de equipos, sé que han invitado a Egipto, Japón y Ecuador.
—¿Ve factible que el karate sea olímpico en 2020?
—Antes de ir al Campeonato de Europa nos recibió Alejandro Blanco en el Comité Olímpico Español. Él está en la comisión que elige el deporte que entrará en Japón y, por lo que se ha visto, nos aseguró casi al cien por cien que el karate será olímpico.
—¿Sería un sueño disputar unos Juegos?
—Queda lejos aún, pero, más que participar o no, hay que tener en cuenta que el plan de ayudas cambia totalmente. A nivel económico seríamos más competentes.
LA NOTA
El sacrifio de una karateca
Cristina Ferrer no ocultó en las redes sociales su disgusto por no poder dedicarse profesionalmente al karate. Esto es lo que publicó: «Vuelta a casa con una medalla importante, pero la realidad es que soy como cualquier persona normal, aunque sea deportista de elite. A las 08.00 estaré trabajando (mis ocho horas comunes) después de un viaje que te destroza física y psicológicamente. ¡Ojo! No es una queja a mi trabajo, que tengo la gran suerte que me da de comer, me respeta el horario para entrenar y además me da los días de competir. La realidad es que los deportistas de elite no mediáticos (y además no olímpicos) somos sobrehumanos. Trabajamos para vivir, entrenamos en nuestro tiempo libre y las vacaciones son para competir. Ojalá que esto llegue a cambiar y podamos dedicarnos únicamente a la competición como otros deportistas (ejemplo: futbolistas de Segunda o Tercera División que cobran más que nosotros). Ojalá que la administración nos ayude a cambiar esto. Mientras tanto, seguiremos igual porque sarna con gusto no pica».
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