Tengo tiempo para crecer, la ciudad parece distinta. Durante horas puedo ser capaz de emocionarme en esta calles y andar inmortal, aprendiendo en cada esquina, solo quiero ser más rápido que ellos...». Faltan dos minutos para las diez de la mañana y el Blanco y Negro de Barricada suena con fuerza en el Passeig de ses Fonts de Sant Antoni.
Las máquinas de la maratón ya hace 90 minutos que han partido. Es el turno de los 10 y 21 kilómetros. El sol brilla y el ambiente es magnífico. El speaker, Depa, echa el resto. El disparo de una traca marca el inicio de la prueba. La serpiente multicolor de más de 600 corredores avanza a buen ritmo, buscando la primera piedra en el camino. Dejamos el asfalto y afrontamos la subida a sa Talaia, un aperitivo de lo que está por venir. El grupo se estira en una subida al trantrán que activa el ‘modo ironía' del personal. «Si luego no hago marca será por este tapón», comenta Juanvi a Pedro, dos corredores de Vila con muchos kilómetros en sus piernas. Con la bajada llegan las primeras trialeras y las caídas. En el kilómetro 3,5, la light trail y la medium trail toman caminos divergentes. Compañeros de fatigas se desean suerte antes de que unos busquen el mar y otros nos adentremos un poco más en la montaña.
La medium afronta una travesía sinuosa por pistas antes de enfilar un nueva subida y asumir una bajada complicada, especialmente para los corredores más acostumbrados al asfalto. El primero de los cinco puntos de avituallamiento nos sitúa a un paso del ecuado de la prueba. Los voluntarios lo tienen todo preparado: naranjas y plátanos cortados, agua, frutos secos, fuet y golosinas. En este punto de la carrera ya hemos hecho grupos, compañeros de viaje que ya son algo más. Juan Pedro, de ses Païses, que ha salido de trabajar a las cinco de la mañana, ahí va, pegado a su amigo Joan Josep Prats. También están Antoni Marí, Sonia, Antonio Carrasco, Miguel Ángel, Michael, Laura, Carmen Royo y su chico, la madrina Mónica Martínez, que sigue los pasos de Fernando Timón, etcétera.. La dureza infinita de Cap Nonó no es suficiente como para borrar la sonrisa de sus caras cuando hacen cima y fotos para recordar.
Descenso vertiginoso hasta Cala Salada, donde nos recibe un nutrido grupo de aficionados con palmas y gritos de aliento antes de llegar a un nuevo avituallamiento. Antes de encarar el tramo final de carrera hay que superar un obstáculo en forma de un centenar largo de peldaños para abandonar Cala Salada con dirección a Cala Gració.
El día acompaña y allí nos topamos con una pareja que disfruta de un soleado primero de noviembre. Más de uno piensa que Mónica se lanzará a la grabación de Adán y Eva.
Después de eso, ya sólo queda disfrutar y saborear los últimos kilómetros por Caló des Moro antes de pisar nuevamente la alfombra en la recta de meta del Passeig de ses Fonts. Salimos a las diez y llegamos tres horas después. Cruzado el arco. Abrazos y felicitaciones. Enhorabuena a todos: organización, voluntarios, corredores –finishers o no– y aficionados. Todos ganaron en una magnífica Ibiza Trail Maratón.
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