Mario Ormaechea dialoga con el entrenador de porteros Francisco Torres.

Ha instalado Mario Ormaechea un discurso ante los medios de comunicación en el que exime de responsabilidad a su plantel de cara a los objetivos del primer equipo en una temporada de crisis. Los recortes presupuestarios han supuesto el pretexto ideal para reforzar un argumento que arrastra el técnico catalán desde el pasado curso, incluso cuando el equipo ya afinaba la garganta para cantar el alirón. La Peña Deportiva posiblemente haya perdido potencial, pero en el entorno chirría escuchar que el vigente campeón no se marca como propósito finalizar entre los cuatro primeros.

De puertas para adentro varía sustancialmente el alegato. La Peña siempre ha sido un club ambicioso y este año no va a serlo menos. La exigencia es máxima y el objetivo, claro y diáfano: tratar de ganar a todos y cada uno de los rivales. Ormaechea subestima reiteradamente la calidad de su nuevo equipo, con micrófonos de por medio, tratando de aplacar la presión, pero en la intimidad del vestuario sus pupilos son auténticos espartanos para quienes la palabra derrota no adquiere sentido. Aseguran en el círculo peñista que Ormaechea tiene un discurso «grabado a fuego» y que «morirá con él». Pero también reconocen que es un papel bien aprendido que solo busca el encumbramiento de sus futbolistas y, por qué no, de su propia figura.

Y en esas prepara el derbi el conjunto de la Villa del Río. La plantilla, auspiciada por su ambicioso cuerpo técnico, vela armas a la espera de un adversario al que le tienen ciertas ganas. No olvidan en la caseta blanca la sonrojante derrota infligida por aquel insolente recién ascendido un año atrás. Escoció el 1-3 que servía para inaugurar la estadística de ‘clásicos’ entre la Peña y el Formentera en el Municipal de Santa Eulària. Y no quieren que se repita. Su actual condición de imbatido y el vigoroso inicio de su rival auguran un derbi de altura.