La primera experiencia en un banquillo de Tercera División para un entrenador joven y con proyección suele ser gratificante. Más allá de los resultados deportivos, lo fundamental para el aspirante suele ser ganar experiencia, destreza al frente de un vestuario semi profesional, y ser capaz de trasladar al grupo siquiera unos trazos de su filosofía de juego. Es la gran ocasión de meter la cabeza en el fútbol nacional.
Circunstancias muy adversas han privado de semejante instrucción al míster ibicenco David Torres. Reemplazar en la caseta del Atlético Isleño al madrileño Antonio Asensio en el mes de enero fue, sin duda, una patata caliente que ha terminado abrasando a cuantos a cuantos han pasado por la entidad de la avenida de Campanitx.
Torres ha experimentado un debut en Tercera para olvidar. El peor posible en el imaginario colectivo. Ingresó el ex del Sant Jordi juvenil en el vestuario del primer equipo azul en medio de una batalla entre su predecesor y una directiva incapaz de hacer frente a sus compromisos económicos.
La situación afectó irremediablemente al grupo, que fue perdiendo efectivos a medida que se perdían puestos en la tabla. Con un plantel infectado por la mala praxis de sus superiores y sin la posibilidad de sentarse en el banquillo –la deuda del club con Asensio se lo impidió– emprendió Torres su incierta aventura.
Con estos mimbres, el objetivo de la permanencia resultaba poco menos que utópico. Poco pudo hacer para enderezar el rumbo de una nave a la deriva sin ni siquiera poder dar instrucciones desde el área técnica. La grada resultó su incómodo puesto de trabajo durante toda una vuelta.
Con las manos vacías –ha denunciado al club por el impago de 6.000 euros– y un regusto de lo más amargo abandona Can Misses el preparador ibicenco. Por pura coherencia, rechaza categóricamente la posibilidad de seguir en el club, si es que éste saldase la deuda de 8.400 euros con Asensio que le permitiría tramitar las fichas de los tres equipos que inscribió este viernes (regional, juvenil y fútbol sala).
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«Desde el último partido de liga no he vuelto a saber de ellos [directiva]. Como mínimo una llamada me tendrían que haber hecho. Haciendo las cosas así sería de masocas continuar en el club», subraya David Torres, quien alberga pocas esperanzas de percibir el dinero de su contrato. «No tengo ni idea de cómo está ese tema ni de qué manera entrará dinero en el club. Hay máximo secretismo».
Tampoco le extrañaría al técnico que este verano firmara su defunción el Atlético Isleño, algo que, por otra parte, no desea el técnico de Vila. «Sería una pena que un club histórico desapareciera, pero no sé que planes tienen ni qué pretenden sus directivos», afirma.
Por el momento, Torres ha decidido tomarse un respiro. «Acabé muy quemado y asqueado del fútb0ol y necesitaba desconectar. Ahora mismo estoy en la gloria, muy tranquilito y con la idea de no entrenar este año y tirar hacia otros proyectos», admite despreocupado, mientras confiesa tener ganas de seguir cultivando su pasión por dirigir equipos. Pero viendo, eso sí, los toros desde la barrera.
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