El delantero de la selección española Fernando Llorente celebra el segundo tanto, ayer, ante Sudáfrica.

Roberto Morales BLOEMFONTEIN

España asaltó la historia del fútbol para convertirse en la mejor por números, con su decimoquinta victoria consecutiva, ante el anfitrión, Sudáfrica, en la Copa Confederaciones, que le equipara a Brasil en la racha de partidos invicta gracias a los goles de Villa y Llorente.

El fútbol une culturas. En cada rincón del mundo se vive de una forma. En Sudáfrica la pasión se mide en el ruido. En el sonido continuo de las 'vuvucelas'. El pitido de cualquier invento que genere ritmo para ser bailado desde la grada. En ese ambiente favorable al anfitrión, España impuso su estilo con momentos de tambaleo por la verticalidad de su rival pero agarrado a la hora de la verdad a la pegada de David Villa.

La 'Roja' cerró la fase de grupos cumpliendo sus objetivos. Nueva Zelanda, Irak y Sudáfrica son rivales que exigían el triunfo y los hombres de Vicente Del Bosque cumplieron. Con brillantez en el debut, paciencia en la segunda cita y oficio ante el anfitrión.

Midió esfuerzos el seleccionador español, pensando en las semifinales, pero mantuvo las señas de identidad sin dar descanso a Xavi, el cerebro de todo, ni a los delanteros. Mejor evitar una lucha de egos entre Torres y David Villa.

Es la selección española la que más toca en la Confederaciones y la que menos kilómetros hace por partido. Con Cesc Fábregas como cómplice del idioma que pone sobre el terreno de juego Xavi, España evitó la salida en tromba sudafricana amansando al rival con toque. Teniendo el balón tres cuartas partes de los noventa minutos es complicado perder. Sumado a la habitual pegada de dos devoradores de área explican la racha, aunque en el primer acto Villa y Torres no encontraron la forma de inquietar a Khune.

En un pueblo como el sudafricano donde aún existen rescoldos del 'apartheid', todos los seguidores adoran al único titular blanco, el expeditivo Booth. El abucheo de la grada a cada balón que toca no es un grito de racismo sino de admiración en la pronunciación de su nombre. Crecido, fue duro en su marcaje a Torres.

El partido de más exigencia para España repetía filosofía en su rival. Encerrado en su terreno, Sudáfrica se basó en el contragolpe con Pieenar como figura clave y la pelea de Parker arriba. Exigió la mejor versión de Piqué y Albiol.

Avisos

Una falta lejana camino de la escuadra de Riera, dos remates de Villa y un mano a mano de Torres fue el balance ofensivo de la 'Roja' antes de minutos de titubeo. El único instante que perdió de vista el balón y apareció la verticalidad sudafricana. En la reanudación, España salió decidida a por el partido. A por el primer puesto del grupo. Xavi avisó a balón parado, antes de que Villa conectase con Cesc, derribado con claridad dentro del área por Mokoena en el minuto 50. Villa lanzó y falló. No dio tiempo a que los fantasmas se apoderasen de la mente de Villa. A trasladar al campo su tensa espera del hotel por las negociaciones de Valencia y Real Madrid. Cuando el 'Guaje' firmó uno de los goles del campeonato. Mató con el pecho un balón picado de Riera y sin dejar caer el balón, disparó ajustado al palo para igualar con Torres como máximo goleador del torneo.

España ya tenía su premio. Los 'Bafana Bafana' no poseían argumentos para remontar, agotados de correr tras del balón, y Del Bosque sacó su libreto para premiar a todos sus jugadores. Y fue Llorente quien mató el partido. Culminó una jugada ensayada, rebañando un disparo ede Cesc, en una acción típica de 'nueve'. Restaban veinte minutos y España podía degustar sus récords. Está marcando una época. Espera la 'Roja' rival en semifinales -con el deseo de que Egipto se confirme como revelación del Grupo B-, tras vencer tres encuentros sin encajar goles y marcar ocho tantos.

España supo amansar a su rival cuando la pasión Sudafricana trataba de poner en jaque el estilo de 'la roja', que tuvo la paciencia necesaria para imponer el juego que más le interesaba. El temple de Xavi y Cesc en la sala de máquinas propició que los anfitriones acabaran agotados de correr detrás de la pelota. La pegada de Villa fue clave.

Pasa a la página siguiente

Viene de la página anterior