El interior Ángel Guirado se lanza con el balón hacia adelante pese a la oposición de dos jugadores levantinos. Foto: IRENE G. RUIZ

Rubén J. Palomo

La Peña Deportiva vuelve a ser equipo de Tercera División. Ayer el conjunto de Santa Eulària no fue capaz de aferrarse a las matemáticas y a lo que hiciera el Benidorm, su rival directo, y acabó hincando la rodilla ante un Villarreal B muy superior que no dio ninguna opción a los de Cristóbal Parralo. El plantel castellonense puso en evidencia la diferencia abismal que dista entre ambos equipos para endosar un contundente 0-3 que pudo ser mayor.

No era el día idóneo para apelar a la épica. Como se suele decir en el argot futbolística, no era un partido de su liga. La Peña había gozado en los últimos meses de innumerables oportunidades para engancharse a la esperanza. Los últimos tropiezos en casa ante Orihuela (0-1), Lleida (0-1), Alzira (1-1) y Sant Andreu (1-1) habían abierto una brecha con la permanencia casi insalvable.

Y ayer, en la última gran final de cara a conseguirla, fallaron todos. El primero, Cristóbal Parralo. El técnico volvió a dejar fuera de la convocatoria a su mejor delantero, Adrián Ramos. Un nuevo castigo para el joven artillero por su supesta falta de disciplina e implicación con el equipo. En punta tuvo su enésima oportunidad David Gallo, negado todo el curso de cara a gol. Tampoco jugó el último fichaje de invierno, Jonathan Carril. El entrenador cordobés sí alineó en el centro de la zaga a Nacho Villodre, ausente los últimos meses por su lesión de rodilla. El madrileño no tuvo su mejor día y acusó la falta de ritmo, sobre todo en el segundo gol del equipo filial. La última decisión incomprensible del preparador de la Peña fue la de sustituir a su mejor hombre, Jonathan Ondina, que se marchó visiblemente enfadado al vestuario cuando faltaban más de 20 minutos para el término del encuentro. Los siguientes en fallar fueron los jugadores. Ninguno estuvo a la altura, aunque el pivote asturiano lo intentara como siempre con su elegante golpeo a balón parado.

La calidad del rival era evidente y Joan Tomás, aquel fichaje fugaz del Eivissa, avisó de sus intenciones con una jugada de estrategia cuyo lanzamiento salió rozando el poste (min. 3).

La Peña, tirando de casta, tuteó al submarino en el ecuador de la primera parte, aunque no através de las combinaciones, sino de las jugadas a balón parado. Con el cuero en movimiento el rival jugaba con la defensa muy adelantada, lo que provocaba constantes fueras de juego de Heredia y compañía.

Los de la Villa del Río apretaban sin efectividad, y eso es precisamente lo que le sobra a los cracks del filial castellonense. Gerard Bordás recogió en el balcón del área una triangulación de sus compañeros, y entre la zaga local consiguió armar el disparo para colocar el 0-1. Era el minuto 36, el fatídico minuto que lastró la fe de los peñistas. Tras el saque de centro, un mal despeje dejó el cuero franco para la carrera del goleador Chando. Villodre tenía ventaja, pero no velocidad. El pichichi del campeonato no perdonó y estableció un 0-2 insalvable. El resto del partido sobró. Un calvario de una hora de duración.

El Villarreal B, tras el asueto, se soltó la melena. El trío ofensivo -Bordás, Joan Tomás, Chando- gozó de numerosas ocasiones de peligro y Pociello evitó una goleada mayor. En el 65' la Peña pudo recortar diferencias en una jugada que define la liga. Heredia montó un rápido contragolpe. En las inmediaciones del área cedió para Gallo, que se entretuvo, andó lento y acabó perdiendo el balón. Con todo decidido Joan Tomás aprovechó un mal rechace del guardameta de la Peña tras un envío lateral para cerrar el marcador y certificar el descenso del bloque de Santa Eulària.