Tomás Sánchez Venzalá
Santiago Maíllo es una de las piezas más importantes de la plantilla actual del Copisa Eivissa. Eso no lo dudan ni los aficionados ni el propio vestuario pitiuso. Por eso, su palabra vale su peso en oro. Si dice que la salvación aún es posible, es porque lo es. Luchador nato allá donde esté, el barcelonés reconoce que «la permanencia está demasiado difícil», pero no pierde la esperanza: «No dejaremos de luchar hasta el final». Hasta el rabo, todo es toro.
La misión es muy complicada, demasiado quizá. El equipo ibicenco debía ganar al Sant Joan el sábado pasado para reducir a seis puntos la diferencia con la zona de salvación. Sin embargo, cayó contundentemente (26-34) y ahora está a diez de su meta, todo un mundo a estas alturas de temporada. El jugador fue claro a la hora de reflejar cómo se encontraba el vestuario al término de dicho encuentro: «Estábamos jodidos. Pensábamos que era un partido que podíamos ganar. Si ganábamos, había posibilidades reales de salvarnos, pero ahora se ha complicado la cosa mucho más». «Quedan diez partidos y no está todo perdido, pero es muy difícil», agregó.
Maíllo no es una persona que suela protestar o perder los papeles en la pista, pero los árbitros le excluyeron por una discusión con un rival. El catalán explicó que fue un error arbitral, pues «uno de los jugadores del Sant Joan me insultó y le pregunté si le pasaba algo conmigo, pero el árbitro se pensó otra cosa».
El jugador acumula tres temporadas en las filas pitiusas y no sabe si continuará el próximo curso: «Cuando llegue abril y acabe la temporada, ya se verá. Hasta entonces soy jugador del Eivissa». Aún queda mucho tiempo. Antes, deberá pelear por una escalada que se presume utópica. La próxima piedra de toque tendrá lugar en Zaragoza contra el Corazonistas, un «conjunto muy fuerte, un auténtico grupo».
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