Han tenido que pasar quince largos años, pero el Eivissa ya es otra vez de Segunda División B. El conjunto que dirige Luis Elcacho superó de forma brillante el último escollo que representaba el Andorra y, con un global de 4-1 en la eliminatoria, certificó su pase a la categoría de bronce del fútbol español. La gesta se celebró por todo lo alto por las casi 3.500 aficionados que casi llenaron Can Misses y que, después de muchos años de sinsabores y fracasos deportivos, pudieron entonar por fin el «campeones, campeones» o «el Eivissa es de Segunda B, es de Segunda B».

El encuentro fue una fiesta para el Eivissa, que prácticamente había sentenciado el encuentro en el campo del Andorra de Teruel, con un 0-2 que, a estas alturas de temporada y con el ascenso en juego, era casi definitivo. Nada que ver con el partido de hace quince días ante el Sporting, en el que el equipo ibicenco tuvo que apelar a la épica para remontar el 3-0 encajado en tierras asturianas. El ascenso se selló ante el Andorra, pero todos en la plantilla coinciden en que la auténtica final se jugó ante los asturianos. La victoria ante el filial rojiblanco cargó las pilas del conjunto ibicenco, que empezó a creer que el ascenso era más que posible. Aprendida la lección del día de Mareo, los de Elcacho hicieron los deberes fuera de casa ante el Andorra y, tras el 0-2 de hace una semana, ayer sólo era cuestión de cumplir el trámite.

Si, encima, tienes la suerte de adelantarte pronto en el marcador, pues mejor que mejor. Peña tranquilizó los ánimos del equipo en el minuto 9, al quedarse solo ante el portero tras un clamoroso error de la defensa aragonesa y batir a Luis en su salida. Por si ese gol no era suficiente, Xavi Gràcia, todo un especialista en acciones a balón parado, demostró su maestría a la hora de ejecutar faltas y logró un espectacular tanto desde casi 30 metros de distancia que sorprendió al meta visitante en el minuto 23. El partido estaba bien encarrilado.

Tranquilidad
Lógicamente, el conjunto aragonés no iba a entregarse sin luchar. No se llega hasta donde ha llegado el equipo que dirige José Ignacio Soler sin tener un equipo bien armado y difícil de batir. No obstante, el mal resultado encajado en el partido de ida les había dejado casi vendidos para el encuentro de Can Misses. Tenían que salir a por todas al ataque, pero no podían dejar desguarnecida su defensa si no querían encajar algún gol que ya sí sería definitivo. Al final, se quedaron a medias, y ni se fueron al ataque de forma descarada ni se encerraron en su área, por lo que apenas dieron réplica a la incontestable victoria local. Su único gol llegó en un rebote de la defensa ibicenca, en el único error de la zaga en todo el partido. Escalada recogió un balón dentro del área en el minuto 27 y su disparo golpeó en Rial para acabar en el fondo de las mallas.

Sin embargo, ese gol llegaba demasiado tarde. El Eivissa se sabía ganador y el 2-1 no mermó ni un ápice su confianza. Pudo aún ampliar su renta en el minuto 38, con una nueva falta botada por el centrocampista Xavi Gràcia, en una posición idéntica a la del primer gol, que Luis despejó en corto y Manel, solo, no acertó a rematar.

En el segundo tiempo apenas cambió el guión. El Andorra era el que tenía que tomar el mando del partido para intentar el milagro, aunque en ningún momento dio la impresión de ser capaz de remontar el resultado y el Eivissa apenas pasó apuros. Los visitantes sólo tuvieron una oportunidad clara en esta segunda parte, en un centro por la banda derecha de Dani en el minuto 70 para que Míchel Sanz, completamente solo, no acertara a batir por dos veces a José Antonio. Los jugadores locales, por su parte, se limitaban a dejar pasar los minutos. La temporada ha sido muy larga y no les correspondía a ellos derrochar fuerzas. Aunque el partido perdió intensidad, a los espectadores nos les preocupó lo más mínimo. Lo importante era el ascenso y la grada lo estaba celebrando de lo lindo.

Cuando el colegiado catalán Rubio Pérez señaló el final del partido, se desató la euforia dentro y fuera del terreno de juego. Algunos, incluso, no pudieron oculatar las lágrimas, como fue el caso de Luis Elcacho. Se había logrado el ascenso. Ahora llegan los distintos festejos y unas merecidas vacaciones. A partir de julio quedará lo más difícil, mantenerse en Segunda B. Pero esa es otra historia.