Nada parece definitivo, porque las distancias en la general son todavía indignas del apelativo de definitivas en el raid más importante del mundo y porque la carrera no ha hecho más que atravesar su ecuador y lo que queda por delante es más complicado que lo que ya han atravesado los pilotos. La victoria de De Villiers, la segunda que logra en este Dakar, le otorga el liderato con 1:39 minutos sobre Sainz. La séptima etapa, amputada de 134 kilómetros a causa de una tormenta de arena que impedía la visibilidad, quedó en algo más de 400 kilómetros cronometrados y no vivió el esperado asalto de los Mitsubishi, puesto que los Volkswagen aguantaron el tirón. El madrileño no ocultó su satisfacción por su actuación en lo que va de rally, donde mantiene intactas sus opciones de victoria, aunque aguarda una ofensiva de los Montero en las próximas tres etapas, todas ellas auténticos infiernos mauritanos. El ataque podrá venir de Peterhansel o del defensor del título, el francés Luc Alphand, cuarto en la general a más de media hora. Pero no del español Nani Roma, que volcó a 295 kilómetros del inicio de la cronometrada y tuvo que esperar durante horas la llegada de las asistencias. Tampoco festejará su quinto Dakar el finés Ari Vatanen, que se retiró después de que su Tuareg echara a arder. Además, en motos, Jordi Viladoms, mochilero de Coma, sufrió una dura caída que le provocó fractura del codo izquierdo y doble en la mano derecha, por lo que, tras haber ganado el jueves su primera etapa en el Dakar, fue repatriado a un hospital de Las Palmas.
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