Oscar González|MUNICH
Francia y Portugal, los dos invitados sorpresa del Mundial, se juegan en Múnich un puesto en la final de Berlín, en un encuentro marcado por el espléndido resurgir de Zinedine Zidane y el espíritu guerrero del equipo que dirige Luiz Felipe Scolari. La selección francesa, campeona en 1998 y de Europa en 2000, aterrizó en Alemania con las dudas evidentes que ofrece la caída de un gran imperio, cuyos primeros síntomas aparecieron hace cuatro años, pero desde su tímido arranque, con dos empates en la primera ronda, ha ido acallando las críticas y se resiste a despedir a la mejor generación de su historia. Portugal, en cambio, alcanza cotas inimaginables para el peso de su fútbol nacional, aunque disponga de jugadores talentosos como Figo, Deco o Cristiano Ronaldo.

Zidane se resiste a dejar su trono. Desde que anunció su decisión de retirarse tras el Mundial, Francia y, por extensión, la mayor parte de la afición en cualquier parte del mundo, ha vivido con la angustia de que cada partido fuese el último del «quinto grande». Pero Zidane se ha sentido cómodo en Alemania, resguardado por un equipo que ha sabido hacerse fuerte frente a las críticas. En una reacción parecida a la que les llevó a conquistar el título mundial hace ocho años, con aquel «sobreviviré» como himno, el grupo de Raymond Domenech sacó su orgullo cuando se habló de jubilar a su estrella y eso le fue suficiente para superar a España y Brasil, en las dos rondas previas.

«Zizou» ha vuelto a reinar en Alemania, apoyado por otro resurgir, el de Patrick Vieira, por la aparición de Frank Ribery, una de las sorpresas del torneo, y por un gran trabajo defensivo. Que el bloque defensivo (Fabien Barthez, Willy Sagnol, Lilian Thuram, William Gallas) más el centrocampista de contención (Claude Makelele) hayan disputado todos los minutos del Mundial, da una idea de la confianza que mantiene Domenech en su última línea. Ahora, el reinado de Zidane vuelve a ser amenazado y el peligro no es menor, porque Scolari ha formado un equipo de guerreros, que sabe sacar ventaja de cualquier aspecto del juego y se siente predestinado.