Hernán Bahos Ruiz|OFFENBACH
Al menos 25.000 personas, que llegaron a pagar hasta 50 euros a revendedores por una entrada al estadio Kickers Offenbach anticiparon a la selección brasileña lo que será el Mundial en Alemania. Los brasileños se entrenaron por última vez con las puertas abiertas al público antes de su debut en un emotiva fiesta digna de un partido oficial. El único ausente fue Ronaldo, que despertó con fiebre.

Quince minutos antes del comienzo del entrenamiento, el autobús de la selección brasileña irrumpió en la cancha y se estacionó a un costado, en medio de una bullicio ensordecedor. Cafú fue el primero de los jugadores en cruzar el terreno rumbo a los vestuarios, y tras él varios jugadores premiaban con saludos a los aficionados. Algunos con cámaras grababan y hacían fotos a las tribunas, donde flameaban pañuelos blancos en varios sectores. La ausencia de Ronaldo obligó al entrenador a completar con Robinho su equipo titular y a aprovechar al tercer portero, Julio César, como delantero en el de los reservas.

El partido en cancha reducida transcurrió sin muchas emociones, salvo los gritos que arrancaba el mejor futbolista del mundo, Ronaldinho, cada vez que iba a las esquinas a ejecutar un penalti. Salvo este detalle, el astro del Barcelona lució apagado, como Kaká. Adriano con su gol cumplió su obligación.