El centrocampista de la SD Eivissa Alfonso, autor del cuarto tanto del equipo ibicenco, disputa un balón ante el acoso de un jugador del Soledad. Foto: G.G.L.

Iván Muñoz
Hay quien mantiene que el fútbol sin puntos no es nada y que este deporte se torna aburrido cuando no hay algo en juego, por eso vemos los partidos amistosos con aire distraído, más pendientes del peinado de un jugador que de lo que pasa sobre el césped. Pero el que acuñó esta aseveración olvidó apuntar que también ocurre algo parecido cuando la superioridad de un equipo es tan manifiesta que ni siquiera una orgía goleadora logra que mantengas la concentración en el duelo, por mucho que haya tres puntos en liza, la liga o gran parte de las opciones de jugar el 'play-off'. Eso fue lo que pasó ayer en Can Misses, que los trescientos espectadores acabaron hablando de otras cosas con sus vecinos de tendido, deseando que terminara un partido que podría haber acabado en el descanso. Porque el Eivissa pasó por encima de un Soledad Paguera que ni siquiera fue capaz de incomodar a Paco Muñoz de penalti, tirando Balta el balón al palo después de que Sergio enfilara el camino de los vestuarios. Eso fue en el minuto 54 y los locales ya ganaban 3-0, pero esto no parece excusa para que los de Julià no crearan ni una ocasión ante diez en lo que quedaba de partido. Más aún, se llevaron a Mallorca dos goles más. Perfectamente les podrían haber hecho pagar en el aeropuerto exceso de equipaje.

Porque el Eivissa manejó ayer a su antojo a su rival, a años luz de retraso técnica, física y posicionalmente de los de Simón. Más que suficiente para imponerte con comodidad, pero aún más cuando en el minuto 4 ya vas por delante en el marcador gracias al pase de Víctor Langreo, que permitió a Joaquín batir con el exterior a Pascual. Los locales siguieron haciendo su juego, bien atrás con Buti atento y May dirigiendo. El problema es que el Soledad también, pero el suyo es nulo. Por eso en el minuto 34 Joaquín aprovechó el rechace del portero tras tiro de Javi para poner el 2-0. Y Nando, tres minutos después, sentenciaría el partido con un tiro al borde del área que se coló raso y ajustado al palo. Así las cosas, el Eivissa sólo podía gustarse. Como Javi en el 50, pero su vaselina se fue fuera por poco.

Tras el ya mencionado episodio del penalti, el Soledad sufrió una depresión de la que se beneficiaron los locales. Alfonso, en el 64, recogió un balón largo que se tragaron los centrales para poner el 4-0, y May, a cuatro del final, cerró el festín con otro tiro desde fuera del área. Hasta el árbitro, mal todo el partido, se apresuró en pitar el final sin añadir nada.