El Mallorca ha aprendido a optimizar sus recursos con la solvencia
de un grande. El conjunto balear sigue en fase de recuperación y no
termina de asomar la cabeza, pero al menos ya sabe cómo actuar
frente a las adversidades y se resiste a morir por evidente que sea
la superioridad de su adversario. Ayer lo demostró. Resucitó frente
a un Sevilla mayor y reforzó el blindaje de su autoestima en una
función en la que siempre fue a contrarriente. Decía Manzano el
viernes que un empate nunca es bueno, pero las caras de sus
futbolistas al acabar el partido señalaban todo lo contrario. Y no
era para menos (1-1).
El Mallorca intentó aplicarle una dosis de morfina al partido y
aunque en principio logró ralentizar el ritmo del juego, poco
después el guión se le volvió en su contra. El Sevilla saltó al
tapete con la cabeza mejor amueblada y ni siquiera le brindó a su
rival la posibilidad de llevar el timón del encuentro. Colapsó la
sala de máquinas mallorquinista, ensanchó el campo por las orillas
y propuso una fórmula totalmente opuesta a la de su enemigo que le
reportó unos dividendos notables.
Curiosamente, la resaca europea de la que tanto se había hablado
durante la semana fue inexistente porque daba la sensación de que
los hispalenses se la habían trasladado a su oponente, que vivió en
el letargo durante casi todo el primer tiempo.
El Sevilla estaba mucho más hambriento y rápidamente le puso
cerco a la puerta de Prats. Primero con un testarazo de
Dragutinovic que pasó junto al palo (minuto 4) y después con un
remate en plancha de Luis Fabiano que sacudió a la defensa isleña
(minuto 19).
Los de Juande ya habían encontrado el camino para franquear la
muralla rojilla y ya no lo abandonarían. El Mallorca, en cambio,
había dejado en el armario el disfraz de las últimas semanas y
recordaba al del ciclo pasado. Plano, vulgar y sin criterio, el
equipo de Manzano se fue descosiendo hasta quedar atrapado en las
redes sevillistas.
Por entonces, Pérez Burrull ya le había anulado un gol a Saviola
por fuera de juego y los locales redactaban un monólogo que parecía
definitivo. Los rojillos sólo replicaron en una ocasión, aunque
estuvieron a punto de rentabilizarlo al máximo.
Jonás intuyó una incorporación de Cortés y el extremeño sacó el
guante para brindarle una bola perfecta a Juan Arango que Palop
atajó con una respuesta formidable. Pero aunque el toque de
atención fue importante, el partido seguía jugándose en una única
dirección, tal y como demostró Jesús Navas.
Desbordó a Navarro con su calidad y se la dio en el pie a
Saviola, que se coló entre los centrales para romper la igualada
(min.35). El partido parecía ya liquidado.
Prats
Tras el descanso el Sevilla profundizó en su fútbol más directo y
estuvo a punto de matar el encuentro en sus proyecciones ofensivas,
pero Nunes, y sobre todo Prats, lo evitaron siempre en el último
momento.
Manzano, que se olía el desenlace, se resistía a que su equipo
muriera y propinó un volantazo milagroso. Retiró del campo a Jonás
y Tuni y volcó sobre el césped toda su munición dándole entrada a
Víctor y Okubo.
La formación fue a más y aprovechó que el Sevilla se iba
apagando para recortarle terreno de forma tímida. En una de sus
aproximaciones al área de Palop Víctor rebañó un balón que parecía
inservible y tras ganarle la partida a Dragutinovic lo alojó en el
corazón del área, donde se agolpaban varios candidatos al
remate.
Piscu era el mejor colocado, pero se equivocó. Afortunadamente,
tras él apareció Okubo y esta vez no perdonó (minuto 70).
El Mallorca no sólo seguía vivo, sino que estaba a punto de
alargar su racha más terapéutica. Los últimos minutos fueron una
locura, pero también los más explosivos de toda la tarde.
Aunque el Mallorca no perdió la brújula y el Sevilla ya tenía
suficiente.
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