Por un día, las calles de Eivissa estuvieron abarrotadas de bicicletas. Foto: SONIA GAITÁN

Esta vez sí. El tiempo se hizo amigo del 'Día del pedal' y un sol radiante acompañó a todos aquellos amantes de la bicicleta y dejó atrás todos estos días de lluvia que obligaron a suspender la prueba el pasado domingo. Ayer, se disfrutó de lo lindo de los 16 kilómetros de recorrido que realizaron los adultos y los seis que cubrieron los 'peques' por la ciudad de Eivissa y sus alrededores. 1.693 inscritos tomaron la salida a las 10'30 horas, desde el paseo de Vara de Rey para los mayores y diez minutos más tarde, desde la Plaza del Parque, fue el turno de los pequeños. Divididos en edades, 1212 fueron adultos y 481, menores de ocho años, junto a sus respectivos acompañantes. En el listado de participantes se pudo ver a algún que otro político como el concejal de Deportes del Ayuntamiento de Eivissa, Roque López, que quiso apuntarse a hacer deporte por la ciudad. Asimismo, esa participación dividida por barrios, supuso que las barriadas de San Pablo, con 253 inscritos, Cas Serres con 142, Figueretes con 130 y Platja d en Bossa con 103, se sumaran a una jornada lúdica, a la par que deportiva, sin ningún ánimo de competición.

Afortunadamente, no hubo que lamentar ningún incidente, ya que los 60 voluntarios entre Protección Civil, Cruz Roja, Policía Local y los colaboradores, se encargaron de velar por la seguridad y el orden de este evento que cada vez cobra más adeptos. Lluis Lliteras, responsable de la organización del día del pedal, manifestó que la prueba de los mayores se pudo hacer «de forma continuada y sin parones como en otras ediciones, porque los pequeños han tenido otra ruta e iban más protegidos». La organización repartió 2.000 camisetas, 1.800 bocadillos y refrescos e incluso se sortearon 10 bicicletas entre todos los inscritos. Y por si a alguien le quedaban más ganas de montar en bici, el gimnasio Master Gym dio varias clases de spining (aerobic en bicicleta estática). Por otro lado, los más pequeños pudieron gozar de una zona de juegos que habilitó la organización en el dique de Botafoc, donde se realizó una parada para posteriormente regresar al punto de partida. No se sabía quién disfrutaba más si los papás o sus propios hijos, porque ambos lo pasaron en grande.