El malestar de los remeros españoles saltó ayer por los aires en
Atenas, con duras críticas a la Federación y al equipo técnico, que
empañaron los diplomas de Nuria Domínguez y de Rubén Alvarez y Juan
Zunzunegui. La sevillana Nuria Domínguez, sexta y última en la
final olímpica A de skiff, concluyó llorando sin consuelo por el
enfrentamiento entre remeros y dirigentes que atraviesa el equipo,
al tiempo que calificó de «tirano» al director técnico, Giovanni
Postiglione.
El sexto puesto en la final olímpica quedó relegado ante el
estado de conmoción en el que se sumió la andaluza, incapaz de
contener las lágrimas al recordar todo lo que ha pasado el equipo
nacional en los dos últimos años.
Los remeros llegaron a Atenas sin confianza en el trabajo que
habían desarrollado a las órdenes de Postiglione, al que acusan de
someterles a sesiones de entrenamientos duras en periodos
prolongados, y dicen sufrir a unos dirigentes «autoritarios» con
los que el diálogo no existe.
La llegada del secretario de Estado para el Deporte, Jaime
Lissavetzky, quien se acercó a la deportista para felicitarle por
el histórico logro, cogió a Domínguez secándose aún las lágrimas y
sin haber superado el nerviosismo y la angustia con la que se
despidió de su segunda experiencia olímpica.
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