Elena Gómez, junto al resto de gimnastas del equipo español, aguarda el resultado de su ejercicio de barra, anoche en el Indoor Hall de Atenas.
El deporte está plagado de injusticias que no tienen remedio. No se
puede mirar atrás, rebobinar la cinta y corregir. Y en unos Juegos
Olímpicos es cuando un fallo, por mínimo que sea, te acaba costando
caro, a veces demasiado. El equivalente a muchos años de
entrenamiento, sacrificio y dedicación a un deporte que te da la
vida, pero a veces te arrebata la gloria. Ayer, el planeta se quedó
boquiabierto. Elena Gómez Servera, la mejor gimnasta española de
todos los tiempos y, aunque en Atenas no se cuelgue una de esas
medallas a las que nos ha acostumbrado, un referente universal para
las gimnastas que quieren algún día llegar a ser como ella, se caía
de la final de suelo.
Su temple deja claro que una deportista lo es en todas las
circunstancias. La procesión iba por dentro, pero ella esbozaba una
sonrisa. Tal vez quiso bordar ese ejercicio ganador, pero un error
de precisión abre las puertas de la victoria a sus rivales. La
final de suelo no será lo mismo sin su mejor especialista en los
últimos años. Undécima clasificada con una nota de 9.500, deberá
ver el instante con el que tantas veces ha soñado desde la grada.
Cuando ella debía ser la protagonista, la que hiciera que el himno
y la bandera de España acapararan todas las atenciones. Khorkina
tampoco estará, pero el resto pugnará por el trono de Elena.
Merecía algo más, pero parece que entre Catalina Ponor -9.687-, Fei
Cheng y Delane dos Santos se van a jugar el oro. Con el permiso de
Patricia Moreno. Ella ocupará la dolorosa vacante dejada por Elena
en su prueba, la que la coronó como reina y ayer la dejó sin una
merecisa recompensa.
Le queda el consuelo de la final por equipos, aunque las medallas
parecen una utopía. Y el concurso completo, donde podrá volver a
emocionarnos con un clase sobre el tapiz. Pocas pueden presumir de
haber alcanzado sus fitas, pero aquí queda una asignatura
pendiente. El oro olímpico hubiera culminado sus aspiraciones y tal
vez una carrera frenética. Ahora, debe reflexionar y pensar que
aquí no se acaba el mundo.
Ni mucho menos, tiene una larga vida por delante y un porte que
podría llevar al equipo español a cotas antes impensables. Pero
resulta complicado.
El rostro de Jesús Carballo lo decía todo. Elena era su carta
ganadora y ahora deberá aguardar que la providencia le devuelva lo
que la rigidez de los jueces y un golpe de mala fortuna le han
arrebatado. No merecían ésto. Ni ellos ni la gimnasia
española.
A partir de ahora se abre un largo impás, pero Elena quiere
marcharse con la cabeza bien alta. Como ayer salíó del pabellón,
sabiendo que ella lo ha puesto todo, pero a veces con eso no basta.
Ella y sus compañeras tienen motivos para sentirse orgullosas.
Siguen haciendo historia para la gimnasia artística de nuestro
país.
Los consejos de Elena Gómez serán los mejores aliados de Patricia
Moreno en una final a vida o muerte. Sólo tres podrán subir al
podio. Y no estará Elena. Por pequeños detalles, aquellos que
cuando la cosa sale bien no se notan, pero cuando se tuercen, te
sepultan.
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